Lo iban a pagar los ricos
LA PLAZUELA PERDIDA ·
El otro día fui a una gran superficie ferretera a comprar una bombona de butano, que, a veces, utilizo en la huerta para preparar la ... comida del perro. Fue tan evidente mi sorpresa al decirme el precio, que se acabó formando corrillo, entablándose una curiosa conversación en el local que, más o menos, transcribo: «¡Diecinueve con cincuenta euros! ¡Si la última que llevé me costó diez euros!»; «¡Pues ya tiene que hacer tiempo, porque a principios de año valía trece!»; «¡No sé dónde vamos a llegar!»; «¡Es una vergüenza lo que está subiendo todo!»; «¡Y no vayas al mercado, que sales sin un duro!»; «Y decían que esto lo iban a pagar los ricos!»; «¡Cómo lo van a pagar los ricos, si ellos se han hecho ricos»; «¡Ricos para toda su vida!»; «¡Nadie tira piedras a su propio tejado!»; «¡Los paganos siempre son los mismos»... Al margen de los naturales excesos verbales del coloquio, los comentarios son muy indicativos de la indignación ciudadana con la subida de los precios, así como de la poca confianza que se tiene en las soluciones políticas; y dan pie a una reflexión sobre la situación.
En primer lugar, todos sabemos que la inflación es una guadaña que recorta, sin miramientos, el poder adquisitivo de la gente pero no cuadra mucho el índice de precios oficial, en torno al diez por ciento, con la subida del coste de algunos productos: fruta, gas, electricidad, aceite, piensos, etc., etc., que es muchísimo más. Hace apenas un año, con cien euros llenabas el carro del supermercado; ahora, con los mismos dos billetes, apenas cubres el suelo del vehículo. Estos habituales comentarios, en cualquier fila del mercado, son la espada de Damocles que pende sobre las posibilidades de continuidad política de los distintos gobiernos autonómicos y, sobre todo, del gobierno de la nación. Por mucho que se intenten poner en la balanza buenas intenciones y logros de la legislatura; por más que se ofrezcan a los ciudadanos dádivas variadas; aunque se intente convencer a la mayoría de que se van a poner impuestos a las grandes empresas, para que no paguen el pato los desfavorecidos y las clases medias, no hay quien pueda convencer a los ciudadanos de que den su voto a los gobernantes que han permitido desequilibrar sus presupuestos y complicarles la vida económica.
Aunque se repitan hasta la saciedad consignas electorales, la prueba del algodón, que no miente, es la situación del bolsillo de los ciudadanos. Y siempre recordarán, con malestar, la cantinela del corrillo: ¡Y decían que lo iban a pagar los ricos!.
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