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La escuela (4)

LA PLAZUELA PERDIDA ·

Miércoles, 13 de abril 2022, 02:00

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Aquella escuela amenazaba ruina y en los agujeros del tejado colgaban sus alas membranosas algunos murciélagos crepusculares. Escribíamos con lapiceros, chupando la mina antes de ... escribir, aunque no sé muy bien por qué, y, alguna vez, con plumas, de las que se podían cambiar las plumillas si se caían al suelo y se rompían. Se mojaban en el tintero del hoyuelo de la mesa y echaban muchos borrones, absorbidos con papel secante, pero quedaban las manchas, oscuras y persistentes como pecados veniales de purgatorio. Agapito era el encargado de llenar los tinteros y se llevaba algún pescozón del maestro, que siempre decía: «No los llenes tanto que luego se seca». Escribíamos con pluma antes del recreo, para que pudiéramos ir a la fuente de la plaza a limpiarnos la tinta de las manos, de la cara y, sobre todo, de los labios, por la costumbre de chupar el lápiz; y quedaba un sabor ocre y amargo, como de raposo viejo.

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