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La escuela (II)

LA PLAZUELA PERDIDA ·

Miércoles, 9 de marzo 2022, 01:00

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La escuela de la infancia no se olvida. La entrada era a las diez de la mañana, pero no se rezaba la plegaria ni se ... cantaba, firme, el Cara al sol, como en otras escuelas y maestros era manda obligada y de costumbre, sino que se entonaban las diez tablas del buen multiplicar, a vivo grito, y se oían hasta en los arrabales. Tal vez no le gustaban al maestro los patrióticos cantos de combate pues, cuando se enfadaba, eran «la ley» y «la puta nación» sus juramentos. Claro que, si avisaban la llegada del temido inspector o los del Frente de Juventudes, ese raro invento, entonces el maestro se ponía nervioso y ensayábamos con prisa el himno falangista, el Montañas nevadas y aprendíamos que España era algo de destino universal, que vale mucho más morir con honra que aquello de vivir con vilipendio y contestar presente con firmeza; y nos hacía ensayar extrañas tablas de gimnasia, ordenadas por los hombres con bigote del Frente, que venían montados en aquella Lube negra, moto en la que colgaban dos balones, cuyo cuero mirábamos ansiosos, pero que nos negaban con desprecio.

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