Mis abuelos tenían una joyería en el Casco Viejo de Bilbao. En la trastienda, mientras mordía el bocadillo de la merienda, veía a mi abuelo, ... absolutamente concentrado con su 'súper ojo', un artilugio que se incrustaba en la cuenca mientras sujetaba con pinzas una esmeralda refulgente. Un foco potente escupía una luz reveladora, a la que rodeaba una oscuridad litúrgica en la que se escuchaban su respiración y mis mordiscos.
Publicidad
En aquellas tardes fui incubando una densa admiración por aquellas piedras que contenían el cielo, la profundidad del mar o esos reflejos interminables que te impedían cerrar la boca. Mi fascinación me ha empujado a los museos donde se exponían joyas, y más de una vez he paseado por la hermosísima sala de Apolo del Louvre. Una sala que albergaba las joyas históricas de Francia. Las tiaras contaban las alianzas, las copas de oro los almuerzos reales, las conquistas, los pagos de favores, y sobre todo hablaban de amor. Allí están, gracias a que el primer vendedor de gemas Jean Baptiste Tavernier ofreció a un joven Luis XIV un cofre con cien piedras de una belleza inimaginable que deslumbró al Rey Sol.
Era el año 1668 y el monarca pagó por el cofre el 20% del Presupuesto de la Francia absolutista. Entre las piedras que trajo Tavernier de India algunas se dan por desaparecidas y otras han sobrevivido milagrosamente. En septiembre de 1792, durante una noche de aquel periodo de convulsión social y revolución, el lugar donde se guardaban las joyas de la corona francesa fue asaltado. Se perdieron más de 100.000 piezas de valor incalculable entre las que se encontraban el Regente o el Gran Zafiro. El Gobierno de Francia recobró parte del botín, para posteriormente iniciar una política de recuperación de sus piedras preciosas a través de subastas y negociaciones.
En la galería de Apolo puede contemplarse el Sancy lucido por medio mundo hasta llegar al cuello de Lady Astor y ser recomprado por Francia; el Regente, el diamante maldito, o la joya de Francia, una piedra espectacular de 140 quilates que lució María Antonieta. El Hortense, una gema naranja o rosa que Napoleón Bonaparte regaló a Hortense de Beauharnais, y otras maravillas que estaban situadas justo al lado de la urna que los ladrones asaltaron el día 19. En siete minutos, Francia perdió parte de su historia; ocho joyas imperiales que contenían más de seis mil diamantes, ocho zafiros de Ceylán, 56 esmeraldas y cientos de perlas. Y, sin embargo, ya ven, se dejaron gemas con las que he soñado desde que mi abuelo me las mostró con aquella lupa que veía los secretos de las piedras.
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión