Ya nadie se acuerda de que hace 50 años estaba muy mal visto que una mujer entrara sola a un bar. Quizá por esa reminiscencia ... prefiero ir acompañada, pero no siempre es posible y más de una vez desayuno enfrente de mi trabajo. Se trata de un establecimiento frecuentado por clientes asiduos, que acostumbran a leer los periódicos con tal confianza que incluso resuelven los crucigramas. Desconozco cómo se llaman ni a qué se dedican estas personas, pero solemos saludamos con cordialidad y hasta comentar el tiempo o la actualidad política. La última vez fue el pasado 25 de noviembre, día internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Por ese motivo los diarios dedicaban varias páginas al tema y uno de los parroquianos, con un ejemplar abierto entre las manos, exclamó en voz alta:
– Anda que no le dan bombo al feminismo. Ni que todas las mujeres fueran unas santas.
Como si tuviera un resorte me dispuse a contestarle, pero se me adelantó el camarero. Mientras limpiaba la barra con un bayeta, asintió con la cabeza y para demostrar que el señor llevaba razón sacó a colación un caso familiar.
El local es pequeño, por lo que todos volvimos la cabeza hacia el improvisado ponente. Así que nos expuso que su hermano era separado con un hijo. Que últimamente lo pasaba mal ya que estaba en paro y la madre de su hijo le exigía la pensión mensual. Hasta tal punto que él mismo le prestaba dinero y se le revolvía el estómago cuando veía cruzar a su excuñada delante del bar con su flamante coche. Le repliqué que las pensiones alimenticias no dan para lujos, a continuación, y a riesgo de que se me enfriara la consumición, me dispuse a enumerar ejemplos en los que me constaba la irresponsabilidad de bastantes maridos.
Yo creo que hubiéramos seguido exponiendo situaciones particulares de una u otra tendencia hasta la hora del aperitivo si no fuera porque uno de los presentes intervino. Levantó la vista del crucigrama y con el bolígrafo en la mano señaló lo siguiente:
– Perdonad, pero no he podido evitar oír la conversación. Resulta que ninguno de los dos lleváis razón. La igualdad y la justicia son un derecho que está recogido en la Constitución española. Y en cuanto a las mujeres víctimas de violencia también hay una ley en vigor. Así que basta ya de películas de buenos y malos. Es un asunto que no admite discusión. Y volvió a su pasatiempo como si tal cosa.
Ahí se zanjó el debate, el camarero volvió a su bayeta, yo me tomé mi café que se había quedado congelado y en cuanto al cliente que inició la polémica hacía rato que miraba el móvil.
Ese día salí del bar con buen sabor de boca, no me cabe duda de que ahora miraré con más simpatía a este señor, del que sigo sin saber el nombre.
En el trayecto hacia mi trabajo reflexioné sobre la suerte de vivir en un siglo que nos permite a las mujeres vivir en libertad. Y admito que siempre es agradable, dicho sea de paso, descubrir que no estamos solas en la lucha de la igualdad y la justicia.
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