La cultura es una cosa y el barniz, otra

De poseer consejería única, que brillaba con luz propia en las primeras décadas de la democracia, la cultura se fue convirtiendo en la hermana pobre de la educación, el deporte, el turismo, la juventud, la innovación, el desarrollo económico... Y así va.

Escribió Milan Kundera que «la cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir». Incluso André Malraux ya había esbozado una sentencia definitiva: «La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida».

Pero, claro, deben pensar nuestros prebostes (espero que no todos): ¿Quiénes son Kundera o Malraux, sino dos juntaletras, para darnos lecciones a nosotros sobre cómo tenemos que gestionar nuestro legítimo poder, emanado del pueblo soberano?

Yendo al meollo de la crisis del COVID-19, recordemos que la dirección general de Cultura –integrada en Educación– sufrió a los pocos meses el cese de su primer titular, Diego Iturriaga, sin que nadie haya explicado todavía ni cómo ni por qué, y fue sustituido, por arte de birlibirloque, por Ana Zabalegui.

Ante la inacción de la consejería, solo el amotinamiento de un sector olvidado y enfadado empujó a Zabalegui a salir en público antes de verano esgrimiendo unas promesas que, en realidad, más que líneas de actuación parecían pura logomaquia.

Ayer, por fin, cuatro meses largos después de la cuarentena y del crack sanitarioeconómico, la directora general se dignó a presentar un programa de ayudas culturales a futuro, por un montante total de 651.000 euros.

Todo proyecto merece un margen de confianza, aunque llegue tarde, desdibujado y modesto en su cuantía. Habrá que esperar... pero teniendo bien claro que «la cultura es una cosa y el barniz, otra». (Ralph Waldo Emerson).