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Cuentos, fábulas y olas

CON LOS SIETE SENTIDOS ·

Jueves, 29 de julio 2021, 02:00

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Que el verano está asociado a las vacaciones y estas, con frecuencia al mar, el sol y las olas, es un hecho evidente. Igualmente, se relaciona con el monte, el deporte, las bicis, las fiestas –«caiga quien caiga» de algunos sectores, y de las que ya hemos hablado— y la siesta. Es tan famosa e imperativa por el calor que conozco a muchas familias foráneas que no la perdonan cuando vienen a España de veraneo.

¿Y qué hacen nuestros niños mientras los adultos tratamos de sestear? Quiero pensar que hay más opciones que las relacionadas con las pantallas: móvil, maquinitas, tablet, TV,.. Me arriesgaré a decir que algunos juegan con sus juguetes –aunque a veces surjan peleas con los hermanos–, y también leen cuentos y libros.

Cuando yo era una niña, en agosto, en la tórrida Xátiva y en la hora imperdonable de la siesta, recurríamos a asaltar el desván de la casa de mi tía donde pasábamos el verano. Trastear y jugar con los objetos más extraños era el divertimento, hasta que dimos con una caja de revistas, tebeos y cuentos, que no por antiguos me parecieron menos fantásticos. A partir de entonces reposar me parecía un ejercicio mágico y mucho mejor que ver la televisión, que por otra parte tampoco nos dejaban ver solos.

Aquellos cuentos y libros clásicos me enseñaron –además de a leer mejor, palabras nuevas y a inventarme muchas historias– que en la vida siempre pueden ocurrir cosas que no son de nuestro agrado. Los personajes ficticios, los animales, los niños como yo vencían con esfuerzo las dificultades. Nos transmitían que siempre encontraremos una lucha permanente entre el bien y el mal (los protagonistas y sus antagonistas) y que es conveniente saber de qué lado estamos.

Me sorprendió, entonces, 'Pedro y el lobo', donde el pastorcillo gritaba hasta tres veces «¡Socorro, que viene el lobo!». El día que fue cierto nadie le creyó. La moraleja era clara: si siempre dices mentiras, cuando digas la verdad nadie te creerá. Pasado el tiempo supe que el cuento fue en su origen una obra de teatro musical que le fue encargada al compositor ruso Prokófiev para despertar el interés musical en los más pequeños. Igualmente me sorprendían Las Fábulas de Samaniego como 'La hormiga y la cigarra', que oiría mil veces en casa y en clase, y que hoy bien deberían tener en cuenta todos los descerebrados que no tiene previsión de las gravísimas consecuencias de sus actos. La hormiga le dijo a la cigarra: «¿Conque cantabas/Cuando yo andaba al remo?/Pues ahora que yo como,/Baila ». Benjamín Franklin lo expresó de otra forma: «Al no prepararse, se está preparando para fracasar».

Pues, queda dicho, el verano es para sestear, para leer más cuentos que nos hagan madurar e imaginar y para saltar olas, pero en el mar.

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