LA CRUZADA DE LOS NIÑOS
Anecdotario ·
Quería escribir sobre San Mateo, que la columna oliera a sarmiento y a puro y que estuviera llena de imágenes festivas, de globos de Pepa ... Pig y luces de las orquestas y que salpicaran por este trozo del periódico los chorros de la fuente del vino, pero no me sale, se me va la cabeza todo el rato al asunto de Greta y a su grito apocalíptico, al discurso que pronunció en la sede de las Naciones Unidas y a la campaña mundial que se ha montado en torno a ella. La gente se ha apuntado a esta moda, aplaude todo el mundo a la chiquilla y comparten sus desvelos, pero a mí me gusta recordar algunas cosas: que su mediático viaje en velero por el Atlántico estaba patrocinado por BMW, el banco Suizo EFG y el Yatch Club de Mónaco, y que, al principio de todo este circo, la primera huelga de la niña coincidió perfectamente con el lanzamiento de un libro de su madre sobre el cambio climático.
Las modas son la expresión del rebaño, por eso son básicamente asuntos irracionales, hay pocos cimientos, no hay explicaciones lógicas y es casi todo emoción. Ante la ONU acusó a cinco países de destrozar el planeta y se olvido de China, que es el primero en emisiones contaminantes con enorme diferencia sobre el resto. No dio un dato y no hizo falta, en la Asamblea General la aclamaron a rabiar, pero ya se sabe que allí celebran cualquier cosa, como cuando en 1964 se rompieron las manos aplaudiendo al Ché Guevara, «sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando». Gran ovación. Se ve que el de la ONU es un público agradecido.
A mí esto de Greta me recuerda a la Cruzada de los Niños del siglo XIII. El papa Inocencio quedó admirado por su piedad pero avergonzado por su locura, y les instó a todos a que volvieran a casa.
En realidad, cuando el asunto eclosione veremos que dentro del huevo hay nuevos impuestos, eco tasas que nos impondrán para salvar el planeta, lo que pasa es que ahora están con el relato para que vayamos tragando y paguemos al final. Pero en plenos San Mateos no nos pueden ofrecer este espectáculo, que cualquier día una tropa de chavales con pancartas nos prohíben quemar la cuba para evitar la contaminación sonora, lumínica y atmosférica. Ya no se respeta nada. No son formas.
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