El Congreso se divierte
LA PLAZUELA PERDIDA ·
El Congreso se divierte fue un famoso musical de comienzos de los años treinta. Esta divertida opereta alemana tuvo poco recorrido, porque el advenimiento nazional- ... socialista la retiró de las salas de cine –parece ser que a los nazis les disgustó la visión que daba de los políticos–. El título viene mucho a cuento, después de los espectáculos que se han representado en el Congreso de los Diputados y, en especial, en la ya famosa Comisión de Reconstrucción, que a muchos les parecerán divertidos (El Congreso se divierte), pero la mayoría reirá por no llorar.
Esta actitud de los políticos de organizar follones con cualquier disculpa, tirándose los trastos de las palabras a la cabeza y llegando casi al insulto, viene de lejos, pero ha sido últimamente cuando ha prendido la llama, con la llegada de los que podríamos llamar incendiarios de la política. A muchos ya nos parecía mal ese frentismo que se había creado, recreado más bien, y que atizaban las bases con entusiasmo, con disculpas antiguas: poner al franquismo en su sitio y a Franco en su cementerio, sacar a pasear al viejo demonio del comunismo, revisar el callejero... traer a colación una Guerra Civil fratricida –aunque todas las guerras son civiles y fraticidas– de hace casi un siglo y que sólo los nonagenarios pueden recordar; pero ahora no necesitan disculpas para escenificar ese frentismo trasnochado. Les basta mirarse en el Congreso. Me pregunto si esa inquina, que parecen tenerse, será real o sólo simulo.
En democracia, un político inteligente puede buscar la confrontación de manera puntual para visibilizar las fallas del oponente, pero la confrontación nunca puede ser un fin en si mismo. El frentismo exagerado está alcanzando a casi todos, pero especialmente a los nuevos partidos de ambos extremos y al nacionalismo radical, hasta hacerles parecer incendiarios de la política. Me recuerdan a esas personas, entradas en la cuarentena, que no acaban de aceptar su edad y se comportan como si fueran jovencitos. Es como una vuelta a la adolescencia. Ese querer comportarse en el Parlamento como si estuvieran en una manifestación estudiantil, es propio de inadaptados políticos y recuerda lo que contaban del Parlamento de la República. Si esto es una imagen de lo que sería una futura república, ¡qué bien estamos con la monarquía!
En el Parlamento no necesitamos incendiarios de la política. El espectáculo que están dando obliga a considerar eso que se dice en muchas conversaciones: «¿No se podría hacer algo, como recoger firmas para nuevas elecciones y que no puedan volver a presentarse los actuales diputados?» Porque, por mucho que el Congreso se divierta, los ciudadanos no.
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