El estadounidense Vermin Supreme hizo campaña para las elecciones presidenciales americanas con un programa político que incluía una promesa rotunda y maravillosa: si lograba ser ... elegido Presidente cada ciudadano recibiría un poni. Yo preferiría los 20.000 euros de Yolanda Díaz antes que el poni de Vermin Supreme, porque en el fondo el poni es un animal que engaña y bajo ese aspecto de inocente caballito para niños respira una especie de carácter tormentoso, mordisco rápido y coz frecuente. Mucho mejor los billetes de Yolanda aunque a mí por edad no me toque, pero insisto en lo que digo siempre: que puestos a regalar, en lugar de 20.000 euros a los jóvenes ofrezcan un millón a cada español, porque ya dijo el hermano economista de Alberto Garzón que el dinero es un invento humano y se puede crear sin límites.
En realidad Vermin Supreme es un artista y un provocador, miembro de ese grupo audaz que viaja en la vanguardia de la caravana y se anticipa a los demás para entender antes que nadie lo que ahora es evidente para todos: que el territorio en el que la farsa alcanza su dimensión más sofisticada es hoy la escena política. Ya lo había hecho mucho antes Jello Biafra, el cantante de los Dead Kennedys, que se presentó a la alcaldía de San Francisco y en sus mitines proponía que, bajo su mandato, los empresarios y los ejecutivos estarían obligados a vestir con ropa de payasos en todo el término municipal; obtuvo más de 6.000 votos y quedó tercero en la carrera electoral.
A mí la propuesta de Yolanda Díaz de entregar 20.000 euros a los chavales me ha recordado un poco a lo del poni, pero sobre todo a los años en los que Jesús Gil hacía su campaña electoral metido en un jacuzzi y repetía «os voy a hacer ricos y voy a quitar la basura y la mierda de Marbella»; lo escribió Chuck Klosterman en su libro 'Los noventa', que fue en esa década cuando la política se convirtió de verdad en un acontecimiento pop y aquí el primer representante de esa transformación fue el presidente del Atlético de Madrid.
Acaba de empezar la campaña electoral y uno no sabe qué majaderías más nos va a tocar escuchar: el AVE para La Rioja, semanas laborales de tres días o viajes al Caribe para cada jubilado. Le salen a Yolanda estas ideas, sonríe como si nada y prosigue el festival de demagogias que ha convertido a las campañas políticas en un fenómeno digno del desprecio o del humor, porque usa ese tono como si se dirigiese a niños de guardería y se le caen las ocurrencias de manera dulce y candorosa, con la naturalidad con la que se desprende la corteza de los troncos de los plataneros en verano.
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