Un milagro llamado stent
Piensen en todo esto que les cuento y sean benévolos cuando critican la sanidad pública y a sus profesionales
Carlos Miguélez Vara Médico
Lunes, 18 de noviembre 2024, 23:00
Pasamos buena parte de nuestra vida agobiados por los quehaceres del día a día. Por si fuera poco, la naturaleza nos recuerda con tragedias como ... la de Valencia que está ahí y que nosotros, por muy ensoberbecidos que nos hayamos vuelto, somos seres diminutos y débiles comparados con ella y su inmenso poder. Así que de vez en cuando, no es malo cambiar el chip mental y pensar en cosas que, sin darnos cuenta, son pequeños milagros que ya se han hecho tan rutinarios que no nos damos cuenta del enorme impacto que han tenido en nuestra vida y esta vez, afortunadamente, para bien.
Y hablando de la riada de valencia, muchas de las personas afectadas por ella, incluyendo a nuestros queridos políticos que aprovechan cualquier circunstancia para sacudirse, no saben que están hermanadas por un minúsculo artilugio médico, un verdadero milagro de la ciencia y tecnología llamado stent. Hay muchos tipos de stent, pero en este artículo hablo del más conocido y usado: el stent coronario.
Soy médico, cirujano para más señas y trabajo en el Hospital San Pedro. Así pues, estoy en contacto diario con la tecnología médica y sus avances no dejan de sorprenderme. Pero, entre todos ellos, hay uno que siempre me produce asombro y que no es exactamente quirúrgico.
Pónganse en situación: el corazón recibe su riego sanguíneo de unas pequeñas arterias, llamadas coronarias, que nacen de la raíz de la aorta (la arteria más grande e importante del organismo). Dichos vasos tienen un calibre milimétrico, más pequeños aún que el cartucho de tinta de un bolígrafo BIC.
Un stent es una especie de muelle autoexpansible, es decir como una media (tejido en forma de red) pero al revés: la media se contrae y comprime y el stent se dilata y expande. Los hay de varios tipos: digestivos, bronquiales, etcétera.
Pues bien, a algún fulano norteamericano se le ocurrió reducirlo hasta lo increíble y meterlo en un vaso coronario estrechado a fin de restablecer el flujo sanguíneo y curar o evitar un infarto de miocardio. Esto de por sí ya es un prodigio tecnológico. Pero no sólo eso, para poder colocarlo hay que pasarlo a través de los vasos sanguíneos, atravesar el corazón y encontrar un minúsculo orificio, llamado ostium coronario que está justo donde la aorta sale del corazón. Y todo ello navegando por un túnel oscuro y en medio de una corriente sanguínea de alta presión. Me imagino que cuando aquel fulano norteamericano expuso la idea, algún colega le espetó: tú estás chiflado. Pero ya se sabe que a los americanos eso les estimula.
Y ahora piensen en el trabajo de mis colegas cardiólogos intervencionistas: primero deben introducir un catéter (un alambre muy fino que hace de guía) larguísimo a través de la vena femoral o humeral, ir avanzando guiados por rayos x hasta el corazón, alcanzar la salida y encontrar el ostium. Eso ya sólo requiere un entrenamiento y destreza extraordinarios; a continuación, deben 'encestar' la punta del catéter en el agujerito, encontrar la zona estrechada de la arteria coronaria y pasar un globito que la hincha y la desobstruye. Una vez hecho esto, pasar otro catéter que tiene el stent encerrado en un canuto, cuando está en posición, retirar el canuto para liberar el stent y comprobar que está en su sitio.
Cada vez que voy al quirófano, paso delante del lugar de trabajo de mis colegas y no dejo de admirarlos.
Una vez hecho el milagro, ya colocado el stent, el paciente puede hacer vida normal en casi todos los casos: deporte, viajes, sexo... No ha muchos años, estos enfermos estaban condenados a llevar una vida muy limitada.
Moraleja: si leen mi escrito, piensen en todo ello y sean benévolos cuando critican la sanidad pública y a sus profesionales.
¡Ah!, y otra cosa: este prodigio médico y otros muchos sólo son posibles en los Estados Unidos, un país con muchos defectos, pero con una tecnología y, sobre todo, con una iniciativa y audacia como no existen en ningún otro lugar.
Posdata: Desde luego, mis compañeros de Hemodinámica (una sección de Cardiología) no son los únicos que obran milagros cada día. Dentro del servicio de Cardiología, y de muchos otros del hospital, hay colegas que hacen verdaderas maravillas y no quiero que se ofenda por no citarlos en este artículo. Simplemente, me refiero a un aspecto concreto de nuestro quehacer como médicos.
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