Cambiar la historia
LA PLAZUELA PERDIDA ·
Sí, ya sé que resulta ridículo cambiar la historia, pues por mucho que se intente modificar y convencer de que ciertos hechos no han ocurrido, ... los sucesos acaecidos en el pasado han sido los que han sido y no hay quien los cambie. Cambiar la historia suele ser cosa de dictaduras o de poderes fácticos no muy amigos de la democracia; jamás se le ocurriría cambiar la historia a una persona corriente, ajena a la política, pero de los diversos políticos, profesionales o aficionados, no me atrevería a decirlo siempre.
La historia, hasta ahora, siempre la habían escrito los vencedores –¡ay de los vencidos!–, para mayor gloria suya, y solo el paso del tiempo permitía, y no siempre, que los historiadores hicieran su labor de confirmar la veracidad de los hechos. Los vencedores suelen escribir una historia de buenos y de malos, de blanco y negro, ya he dicho que los vencidos nunca escriben la historia, y los historiadores van añadiendo los grises, pues casi todo, en esta vida de gozos y miserias, suele tener dos puntos de vista. En España, sin embargo, ha habido una generación a la que le han contado su propia historia dos veces, tal vez sea un caso único o casi. Primero le contaron que todo lo que habían vivido había sido blanco; luego, que todo había sido negro; todavía está esperando a que se reconozcan los grises que, sin duda, los hubo. Lo curioso del cuento es que, tanto la primera versión como la segunda, querían convencerla de que no habían ocurrido sucesos que habían visto sus ojos. Un caso muy curioso, sí.
Contar la historia, mintiendo, solo lo pueden hacer los vencedores, que pueden permitirse casi todo; pero otra forma de falsear la historia, que es la más frecuente en nuestros tiempos, es contar solo una parte de la historia, aquella que beneficia a los propios intereses, como si lo que no se cuenta no hubiese sucedido. Y la verdad, aunque pueda parecer raro, es que funciona. Resulta relativamente fácil, en estos tiempos de redes sociales, con usuarios sin mucha capacidad crítica y fáciles de convencer, crear un estado de opinión proclive a creer que la historia real fue esa de la que solo se cuenta la mitad. Y si alguien discrepa, se le tacha de ignorante o de interesado que sigue consignas sin conocer la verdadera historia. Incluso, muchas veces, intentan convencer de su versión reducida a alguien que vivió los hechos completos, lo cual no cabe duda de que tiene su busilis.
Quienes reducen la historia a su gusto, deberían saber que lo de seguir consignas es otra cosa muy distinta. En el mundo del periodismo, llamaban, a esta práctica, pesebrismo y, a los que la ejercían, pesebristas. A los de las consignas.
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