El cachito de Cacho
No veo la necesidad de que, habiendo falta de recursos en la enseñanza pública, se desvíen fondos a la privada
Hace un par de domingos me topé por las calles de Logroño con una manifestación motorizada convocada por los centros de educación concertada. Vaya por ... delante mi respeto a las familias que están en su derecho de protestar, pero no comparto sus reivindicaciones, como supongo ellos tampoco me apoyan a mi cuando me manifiesto a favor de la enseñanza pública. Como de costumbre, este asunto me llevó a recordar una anécdota familiar que saco a colación siempre que alguien reclama derechos adquiridos.
Resulta que mi padre tenía un tractor y un día que fui a visitarlo me lo encontré despotricando contra su vecino porque le acababa de decir que disponía de quince días para retirarlo de su propiedad. Mi padre argumentaba que esas no eran formas, que a ver donde guardaba ahora el vehículo. Yo le pregunté que cuánto tiempo llevaba usando esa nave y si pagaba alquiler. Sin darle ningún mérito respondió que tres o cuatro años y que, por supuesto, de balde. En absoluto estaba agradecido por el favor recibido, al contrario, se mostraba indignado por la pérdida de un derecho al que le había costado muy poco acostumbrarse. Pues algo parecido es lo que les pasa a los colegios concertados con la Consejería del señor Cacho.
Así que, como les digo, comprendo que protesten para no perder lo conseguido pero no estoy de acuerdo con los conciertos en educación. En los años ochenta, estos centros estaban subvencionados y las familias pagaban una parte pero eso ha ido cambiando a lo largo del tiempo y con los diferentes gobiernos de todo signo político hasta convertirse en un convenio muy ventajoso para la escuela privada. Hasta donde yo sé, el Estado se hace cargo del personal docente. Los colegios pueden contratar a quien quieran, sin tener que pasar tribunal ni control ninguno, además en su gran mayoría pertenecen a la Iglesia católica por lo que es frecuente que se seleccione al profesorado teniendo en cuenta la afinidad con la empresa. Y por si faltara algo, algunos centros se permiten incluso separar a niños y niñas con criterios supuestamente pedagógicos. Y además, no suelen escolarizar a migrantes, ni de nivel socioeconómico desfavorable, ni minorías étnicas. A mí me parece que el Estado debe garantizar la enseñanza pública para todos y subvencionar (incluso generosamente) la escuela privada, pero con la condición de que las familias asuman una parte, ya que es algo que ellos deciden, igual que si desearan tener un seguro sanitario privado.
Sinceramente, no veo la necesidad de que, habiendo falta de recursos en la enseñanza pública, se desvíen fondos para la privada. Y menos ahora que llega la madre de todas las crisis. Personalmente, aplaudiría a cualquier gobierno que se atreviera a rebajar los presupuestos destinados a la enseñanza privada pero, según me informo en este mismo diario, lo que ha provocado tanta polémica es una rebaja sin importancia que solo afecta a algunas líneas en dos centros concertados y que además lo hace en cumplimiento de un decreto que obliga a tener una relación alumnos-profesor por unidad escolar no inferior a la de los centros públicos. Tanto revuelo por un 'cachito'.
Si los tiempos que vienen son complicados, lo normal es que a todos nos afecte; además, como digo, es un 'cachito' de nada. Pero, eso sí, el señor Cacho lo tendrá complicado para resolver la situación ya que estos centros llevan décadas recibiendo favores. Aunque, dicho sea de paso, yo tampoco pude convencer a mi padre de que debería estar agradecido y no indignado.
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