No dan la talla, esta gente sólo sirve para enfrentarnos a los unos con los otros y para hacernos perder el tiempo. Hemos dejado de ... confiar en los políticos con una mansedumbre asombrosa, como cuando se nos caen esos calcetines húmedos del montón de ropa limpia que llevamos a colgar; así, resignadamente, hemos ido perdiendo cualquier tipo de esperanza en estos personajes.
Toca volver a votar y celebrar otra fiesta de la democracia. En mi edificio los vecinos ni se molestan en recoger el correo electoral. No sé si el CIS sirve de algo, pero aquí hay una encuesta: entras al portal y ves los buzones hasta arriba, vomitando por sus bocas de metal esos sobres azules y naranjas, los de la bandera de España, los blancos del corazoncito rojo, los del corazón morado... Es como si los buzones estuvieran detenidos en mitad de una arcada que no se termina nunca; qué pérdida de tiempo y de dinero, qué montón de propaganda.
Con esta gente no hay nada que hacer, es todo un bochinche vergonzoso como me contaba el otro día Ricardo Romanos. Ricardo siempre me saluda dándome dos besos y yo nunca me acuerdo de eso y entonces me quedo a medio camino entre el beso y el abrazo y acabo avergonzado de mí mismo. Luego, cuando dijo eso del 'bochinche vergonzoso', me entraron a mí ganas de darle un abrazo largo y luego plantarle dos besos y después llevarlo a hombros como cuando Aimar salvaba al Logroñés.
Estos cuentistas que hoy nos piden el voto llevan años con sus fregados, chupando del bote y contándonos cada uno un relato que no es otra cosa que publicidad de sus siglas. Viven en una mentira que está lejos de las vidas de la gente, y estaría bien que algún día entrasen en mi portal y mirasen los buzones. No creemos en ellos, pero eso no los hace desaparecer; es lo que decía Philip K. Dick, que «la realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo». Hay elecciones el domingo y son ya demasiadas en poco tiempo. El juguete se nos ha roto, como el amor, de tanto usarlo. Votaremos en medio de una maldición de promesas y con pinza en la nariz, porque es cierto lo que escribió Ray Loriga: «Es el recuerdo, no el olvido, el verdadero invento del demonio».
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