«Una mentira de estas o un bulo así puede cerrar un negocio. Y ya después la gente puede volver, pero con miedo». Son las ... palabras del dueño de un bar de Badajoz, víctima de una trola digital en los últimos días. Los hosteleros, héroes también de la pandemia con su apoyo a sanitarios o camioneros, no deberían añadir la infodemia a sus preocupaciones actuales. Un mensaje por WhatsApp identificaba el establecimiento con nombre y apellidos como cerrado por el coronavirus. Sin embargo, la forma de envío de la mentira hace imposible identificar al culpable, oculto en el anonimato de la red.
Al compartir un bulo, existe la resbaladiza justificación de que no producen víctimas. En ocasiones, incluso se mueven por un equivocado deseo de ayudar a los demás; a veces, por una malsana diversión. Pero sus desastrosas consecuencias se pierden en la marabunta de las redes sociales. Quizás haya que hablar con un hostelero que ha abierto tras tres meses cerrado y lucha por su negocio. O simplemente tomarse un café y una tostada en lugar de tragarse trolas de Internet.
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