El lunes, en el claustro abarrotado del Parlamento de La Rioja me encontré con un alto cargo del gobierno saliente, alguien muy cercano a José ... Ignacio Ceniceros con el que durante estos años he mantenido una buena relación porque es un gran profesional. Hablamos unos segundos, lo justo para interesarme por él, darle ánimos y desearle suerte. «Tranquilo, que nunca llega la sangre al río», me dijo con una sonrisa prematuramente otoñal mientras trataba de quitarle hierro a su situación, consecuencia del cambio político. A mí, encontrarme con ese sosiego en medio de la tensión me hizo apreciarle aún más, porque no es fácil relativizar, ser sensato y elegante después de marcharse al paro y haber visto este verano cómo nuestro Parlamento parecía por momentos el gran bazar de Estambul.
Hay una cosa terrible de este tiempo en que vivimos: la polaridad absurda, acometer la vida desde la trinchera sectaria de la ideología inamovible. Salirse de ahí, escapar de ese frentismo como hizo este alto cargo le coloca a uno en la lista de los sospechosos, listo para que lo hagan desfilar a empujones en una rueda de reconocimiento. Es penoso, pero se está haciendo realidad lo que cuenta en los cómics de 'Spiderman' el director del Daily Bugle a Peter Parker: «Mira chico, la gente quiere vitorear y abuchear, solo quieren leer historias de buenos y malos».
Este esquema infantil ha traspasado la política para infectarlo todo, desde el ecologismo hasta la ideología de género. Igual que en el mundo del fútbol, en el que no hay más argumento que las emociones, nos obligan a ser de uno o del otro, de los míos o enemigo, así que discrepar, preguntar, puntualizar, cuestionar o salirse del guión te convierte de inmediato en un fascista, o peor, en un cuñado. No sé quién se beneficia de este nuevo totalitarismo en el que los sentimientos mandan sobre el pensamiento, en el que domina la acción sobre la reflexión, pero bienvenidos sean los escépticos; estarán siempre en mi equipo. Los demás son como el Joker en 'El Caballero Oscuro': «¿De verdad tengo pinta de tener un plan? ¿Sabes qué soy? Un perro que corre tras los coches». Pues que corran. Y que nos sigan ladrando.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión