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No ser Abel Caballero y estar dando la brasa con la Navidad resulta muy inquietante. Abel Caballero también es inquietante. Pero eso no es novedad. Angela Merkel ha pedido a los alemanes que permanezcan en sus casas si pueden y prescindan de viajes y fiestas no necesarias. Que mantengan la distancia y usen las mascarillas. «Cómo viviremos el invierno y cómo celebraremos de la Navidad es algo que se decide estos días», ha dicho la canciller. Ignacio Aguado plantea la posibilidad de hacer una parada para bajar la curva en Madrid antes de la Navidad. Un «stop and go» lo ha llamado el tío. Por otro lado, ERC da por hechos los indultos y los exige para Navidad.

Como nuestra anormalidad no deja de ser normal, la Navidad permanece como acontecimiento. Para muchos será una especial por faltar alguien querido. Este año muchos no estarán por haber muerto a causa del coronavirus, pero la falta, por lo que sea, siempre es importante. La Navidad no es una temporada, es un sentimiento.

Claro que la moción de censura también será emoción de censura, pero la Navidad, la odiemos, amemos o nos resulte indiferente, será distinta este año. Habrá dickensitos escribiendo cuentos de Navidad con mascarilla. 40 millones de contagios en el mundo. Como para preocuparse por la Navidad (y hablo de lo que no tiene que ver con el nacimiento de Cristo). Todavía no han salido en la televisión avisándonos de que deberíamos comprar el marisco ahora que está (más) barato y congelarlo. Pero lo más extraordinario, lo alertaba ayer Fausto Fernández en sus recomendaciones diarias, es que todas las películas navideñas se están emitiendo en octubre. Hasta '¡Qué bello es vivir!'. Estoy como Saza, no aguanto este sindiós.

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