El agua potable
«Quisiera que mi vida / se cayera en la muerte, / como este chorro alto de agua bella / en el agua tendida matinal». Jan Ramón Jiménez ('Agua en el agua')
Teóricos de la comunicación suelen advertir que con motivo de toda inundación, lo primero que falta entre los damnificados es, curiosamente, agua potable: una imagen ... que nos sirve hoy para concluir que también ante cada aluvión informativo lo primero que falta es información potable. La fiable, la noticia contrastada y el periodismo riguroso, sobre todo en esta hora de transformación del ecosistema de comunicación analógico en digital. Que en España ayuda a que florezca el periodista que tanto compatriota lleva dentro.
Es el caso de la crisis derivada del coronavirus. Más allá de su impacto en el tejido sanitario, también repercute contra el conjunto de los hábitos sociales, desacostumbrada la ciudadanía al combate contra una pandemia global. Falta agua potable. Pero también sobran motivos para la esperanza. En medio de la histeria generalizada, mientras parte de la población corría a abastecerse de papel higiénico (???) hasta vaciar las estanterías del supermercado, reconfortaba atender desde este periódico la llamada de una enfermera, dirigente sindical. Voz templada, mensaje sensato, ninguna gana de polemizar con los responsables de la Consejería. De sus palabras se desprendía algo que intuimos todos los días, un valor intangible que pasa por desgracia muy desapercibido: que estamos en buenas manos. Y se detectaba además un sentido general de conformidad con la gestión de la crisis por parte de nuestros gobernantes.
La mujer cuelga el teléfono y en la mesa de redacción se instala el efecto placebo, aunque deja un eco familiar. Sí, también en esta casa y en otros medios se han ido anotando decisiones contradictorias en los minutos iniciales, la sensación de que los responsables sanitarios han ido tantas veces por detrás de los acontecimientos, que sus mensajes despistaban en vez de ayudar. Que se reaccionó a destiempo, que la información circulaba a cuentagotas y confundía cuando debería aclarar dudas o cuantas razonadas críticas pudieran formularse razonadamente. Un pecado que puede observarse también en la trayectoria de los medios de comunicación, por cierto. En los balbuceos de la crisis, desde luego faltó agua potable. El español, ya se sabe: piensa bien, pero tarde. Un ejemplo, en humilde tono autocrítico: hoy se cumplen dos meses del primer fallecimiento, en Wuhan. Hasta cuatro días después no publicamos en estas páginas la primera noticia: una columna en la sección de Mundo.
En resumen, que casi todos hemos pecado. Una evidencia que convive con otras certezas que se abren luminosamente paso: aceptar que, como en tantos momentos de la Historia, tal vez un día recordemos lo sucedido estos días por los efectos benéficos que arrojó el miedo al virus sobre nuestra civilización. Que sirva para extraer por fin más beneficios que desventajas de la revolución digital en curso puesto que contribuye a eirigir entre nosotros un modelo de organización laboral más acorde con la lógica de los tiempos, en vez de permitir que la tecnología sólo ayude a enloquecernos más de lo enloquecidos que ya vivimos. Y que esas ventajas tecnológicas lleguen por fin a la red escolar: el teletrabajo educativo implantado de urgencia estos días ha desvelado que todos aquellos pomposos anuncios de cada consejero de Educación prometiendo el maná en forma de tabletas y blablabá sólo eran eso para los centros de enseñanza. Blablabá. Trabajo para Luis Cacho.
De momento, hay alguna feliz noticia. El presente combate contra la pandemia invita a que nuestra sociedad vuelva a dirigir su mirada hacia el personal sanitario, héroes y heroínas cuyos servicios damos por descontados con demasiada alegría, sin reparar en la importancia que todos ellos tienen para una saludable convivencia. Y porque triunfa la idea de que merece la pena allegar los fondos necesarios para garantizarnos una sanidad mejor. Para que, como con otras prestaciones públicas, pensemos en ella como lo que es: una garantía para perfeccionarnos como sociedad. Un derecho para todos. No un negocio para unos pocos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión