En la conocida zarzuela 'La verbena de la paloma' se dice que las ciencias adelantan que es una barbaridad; lo que no sabían don Hilarión ... y don Sebastián, que dicho sea de paso «no conocían de la misa la media» en aquel siglo XIX, es que no solo iba a ser una barbaridad, sino también una calamidad, como estamos comenzando a ver con las tramas de espionaje nacidas del programa Pegasus.
Cuando leí la novela de George Orwell '1984', precisamente en aquel carismático año, tuve la sensación, como casi todos los lectores, de que el autor había ido demasiado lejos con su imaginación, cuando contaba lo del Gran Hermano, aquel sistema que controlaba la vida de los ciudadanos con cámaras que lo grababan todo, en una especie de sociedad filocomunista. Lo curioso de aquella novela de ciencia-ficción es que se quedó muy corta, como está demostrando el paso del tiempo, porque el actual control ejercido sobre la ciudadanía, aunque no sepamos muy bien por quién, es absolutamente intolerable, exagerado y vergonzoso. Que los dirigentes de las sociedades filocomunistas, o sus herederas, son controladores y desprecian la libertad de sus ciudadanos, nos lo demuestran diariamente Putin y compañía, pero no solo ellos, como estamos viendo con sorpresa.
Parece ser que el instrumento de control no es, como aventuraba Orwell, un sistema de cámaras generalizado, sino el modesto y aparentemente inocuo teléfono móvil. Y también parece ser que no es el Gobierno ni ninguna malvada Trilateral u organización similar, quien nos vigila y controla, sino todo el mundo a la vez: empresas de cualquier tipo se enteran de nuestra vida y milagros con fines variados y, lo más grave, sin que nadie les impida hacerlo. Ayer, buscando algo en el móvil, salió una notificación indicando que yo frecuentaba un conocido supermercado logroñés, lo cual me indignó, a pesar de que es posible que yo le diera permiso, sin saberlo, porque me hizo ser consciente de que 'alguien' conoce todo sobre mi vida. Así que, si alguno de ustedes realiza actividades poco confesables: ser amigo del juego, de la infidelidad, de la pornografía, de la bebida, etc., debe ser consciente de que 'alguien' lo sabe y, por lo tanto, puede usted ser sujeto de las mil formas de chantaje que nos acechan.
Si uno consulta en el móvil, por ejemplo, qué alimentos hacen subir el azúcar en la sangre, está perdido porque le inundarán de notificaciones sobre alimentación, salud y medicinas; si se entretiene más de un segundo en admirar la foto de una señorita en bikini, está sentenciado porque le llenarán de anuncios de ropa de baño, de lencería y, sobre todo de sexo... Una amiga me decía, enfadada, que no entendía por qué le llegaban, todos los días, invitaciones para unirse a grupos de sexo, supuestamente gratuitos, y otra amiga le hizo notar que, alguna vez, había contado chistes algo subidos de tono. Y el móvil se entera. Sí, parece ser que muchos hacen negocio con nuestras vidas, lo peor es que nadie se lo impide. Orwell se quedó corto, muy corto. En '1984'.
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