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El presidente de la Generalitat, Quim Torra. efe

Torra se queda sin tiempo y sin apoyos

Esquerra y la ANC, por diferentes motivos, mueven la silla al presidente de la Generalitat, que se la juega el 21-D

cristian reino

Barcelona

Domingo, 16 de diciembre 2018, 07:21

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Primero sus críticas a los Mossos. Luego su apuesta por la vía eslovena. Y finalmente su retiro espiritual a Montserrat para hacer ayuno en apoyo de los presos. En Esquerra empiezan a estar al límite de la paciencia con Quim Torra, y cada día está más convencida de que el puesto de presidente de la Generalitat le viene grande. ERC lleva meses de continuo toma y daca con sus socios postconvergentes. Pero esta vez, apuntan fuentes republicanas, es distinto y no descartan incluso la ruptura.

Esquerra reprocha al presidente sus continuas salidas de tono. La apuesta por la vía eslovena (de la que se desmarcaron ellos y el PDeCAT), que implica insistir en la senda unilateral y mentar la bicha de la balcanización, un asunto tabú entre el independentismo, ha sido la gota que ha colmado el vaso. Pero el malestar se viene cociendo a fuego lento, también por la huelga de hambre, que en ERC consideran que es una maniobra de JxCat para que Oriol Junqueras no se convierta en el mártir del 'procés' y no capitalice el rédito electoral, toda vez que es el mejor colocado para llevarse la condena más severa en el juicio del 1-O.

Pero a Torra le mueven la silla no solo sus socios. También los suyos. Fuentes independentistas señalan que en el sector del Gobierno de JxCat se libra una guerra abierta entre el presidente y la consejera de la Presidencia, Elsa Artadi, más favorable de mantener los puentes con Madrid a diferencia de Torra y de Puigdemont, partidarios de dinamitarlos. Artur Mas también le dio un toque de atención porque la función de un presidente no es pedir a los CDR que aprieten.

Torra está cada vez más contra las cuerdas. Tiene una seria contestación interna y ha perdido además el apoyo de la influyente ANC, que en una semana puede formalizar su ruptura con el Gobierno catalán (anunciará su decisión el día 22), con lo que la plataforma secesionista se sentirá con las manos libres para pedir elecciones e incluso podrá convocar movilizaciones contra el Ejecutivo catalán. La ANC lanzó hace dos meses un ultimátum para que antes del 21-D ponga sobre la mesa una propuesta creíble sobre cómo piensa hacer efectiva la república, «una única y nítida estrategia de gobierno para la implementación de la república catalana».

Como le pasa a Pedro Sánchez, está en medio de la tormenta. En el caso del presidente del Gobierno, las presiones le vienen de la derecha y de sus barones autonómicos y por el otro flanco de sus socios para ganar la moción de censura. El presidente de la Generalitat siente el aliento en el cogote de los que le piden pasos concretos de ruptura (CDR, CUP y la ANC) y de los que reclaman moderación (ERC y PDeCAT).

Descontento social

En este contexto, Torra, que en las últimas semanas ha subido su tono en la misma proporción que aumentaba el descontento social en la calle, con los médicos, bomberos, mossos, profesores y funcionarios como protagonistas, se la juega el 21 de diciembre en dos sentidos. El jefe del Ejecutivo catalán, como máximo dirigente del independentismo, tiene que demostrar si es capaz de controlar a los más radicales para que no conviertan Barcelona en una batalla campal por la celebración del Consejo de Ministros.

Él fue quien pidió a los CDR que «apretaran» y en su mano está, como mantienen fuentes del secesionismo, que en el movimiento soberanista no se consolide el relato de que el 'procés' puede entrar en una espiral de violencia y radicalidad. Está por ver si el viernes que viene gana el sector moderado del independentismo o quien copa las portadas de los diarios es la rama radical.

Luego está el resultado en sí del posible encuentro con Pedro Sánchez. El Gobierno y la Generalitat, a pesar de la presión asfixiante de la derecha y de los sectores radicales del independentismo, insisten en darse una oportunidad al diálogo. Puede ser la última y Torra tiene que calibrar si quiere aprovechar esta última bala o si insiste en la vía unilateral, en solo querer hablar de presos y autodeterminación y se niega a cualquier tipo de aproximación sobre la mejora del autogobierno. «Traiga una propuesta que avale el 75% del Parlamento catalán y la valoraremos», le dijo Sánchez esta semana. Del resultado del encuentro puede depender el final de la legislatura española.

Sectores muy influyentes del soberanismo ya han advertido estos últimos días, como es el caso de Mas, que Torra debe elegir si prefiere un Gobierno del PSOE con el apoyo de Podemos o un eventual tripartito de derechas, que implicaría la intervención de la autonomía y podría abrir un proceso de recentralización del Estado. «Hay gente que defiende que cuanto peor sea el Gobierno español, mejor para nosotros, pero atención, calculemos bien nuestras fuerzas», avisó Mas.

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