Los presidentes Pedro Sánchez (izq.) y Donald Trump se saludan el lunes pasado, en la firma del acuerdo de paz para Gaza. E. P.

Aliados soberanos

Entre líneas ·

La insistencia de Trump en amenazar a España por su negativa a subir el 5% en gasto en defensa proporciona un relato a Sánchez

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 19 de octubre 2025, 00:07

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha vuelto a la carga al señalar que la OTAN debería tomar medidas contra España por no sumarse ... a la decisión de aumentar al 5% el gasto militar. Días antes había defendido que debía ser expulsada de la Alianza Atlántica, desconocedor de que este mecanismo no existe dentro de esta organización y que solo podría contemplarse la salida si lo pidiera expresamente España. La insistencia de Trump revela que Sánchez no mintió en junio cuando se desmarcó de esta exigencia para elevar sus presupuestos a esa cifra para satisfacer los caprichos del presidente.

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Hay que recordar que tanto el PP como Podemos pusieron entonces el grito en el cielo para denunciar lo que entendían la escenificación de Sánchez en la cumbre de la Alianza celebrada en junio en La Haya, en la que no se opuso formalmente a la declaración unánime de los aliados pero ante la que había expresado su rechazo previamente en una carta a Mark Rutte, secretario general de la Alianza. Entonces Sánchez explicó que alcanzar el 5 % era incompatible con el estado del bienestar en España y con su «visión del mundo» y reivindicó el legítimo derecho de cada Gobierno a hacer o no determinados «sacrificios», como elevar los impuestos a la clase media o recortar servicios públicos y prestaciones sociales. «Para España, como para otros países de la OTAN, llegar al 5 % en gasto en defensa es imposible sin elevar los impuestos a las clases medias, recortar servicios públicos y beneficios sociales para sus ciudadanos o reducir su compromiso con la transición verde y la cooperación internacional para el desarrollo», sostuvo.

El tiempo dirá si esa decisión de España va a poder ser mantenida en el tiempo en una coyuntura de enorme incertidumbre en la que han aflorado nuevos riesgos para la seguridad, pero en la que el rearme también puede condicionar de forma drástica el modelo social que ha costado tantas décadas construir y tendría lógicamente un severo impacto en las políticas públicas. En lugar de propiciar un debate serio sobre la seguridad de Europa, y cómo hacerla compatible con el estado de bienestar, algunos partidos han preferido quedarse a jugar el partido en el mero barrizal del enfrentamiento político.

Volver al mundo del eslogan resulta superficial y decepcionante por mucho que el ejercicio de la crítica sea legítimo y necesario cuando desde el poder se cae en las contradicciones. Sánchez podrá ser criticado por muchas decisiones, pero, después de ver lo que dice Trump, no por una posición que conecta con lo que piensa la mayoría de la sociedad española y que no es ninguna excentricidad.

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Además, una hipotética retirada de España de la OTAN, que resulta impensable, pondría sobre la mesa la situación de las bases militares de Morón y Rota, utilizadas por el Ejército norteamericano pero que, al menos teóricamente, tienen titularidad española y un mando español, según consta en los acuerdos bilaterales de cooperación. Bases que resultan necesarias tanto para las fuerzas armadas norteamericanas como para la defensa de la propia OTAN en un lugar tan sensible como es el flanco sur de la Unión Europea.

Al convertirse, prácticamente, en el único líder que marca una posición crítica, más allá de las sonrisas en las fotos, Sánchez se coloca en el tablero internacional sin las ataduras domésticas que complican notablemente la gobernabilidad de su mandato. Y en este plano exterior está jugando sus bazas. Es el propio Trump, en definitiva, el que le proporciona un relato. La posición española de reconocimiento de Palestina ha abierto un camino para fortalecer el papel de España en ese escenario. Hacer frente a las improvisaciones y a la estrategia del 'emperador' conlleva sus riesgos, pero también le permite al presidente del Gobierno construir una narrativa en un momento en el que la diplomacia convencional y el multilateralismo saltan por los aires y la existencia de 'aliados soberanos' parece ponerse en cuestión de la forma más burda.

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