Una bodega que va a cumplir un cuarto de siglo
La bodega de Moreda, creada en 1996, busca «hacer un vino de calidad, y que así lo interprete el mercado» y que se perciba en él «un elemento diferencial», según expone Carlos Fernández de Piérola
La familia Fernández de Piérola siempre había cultivado sus propios viñedos en Moreda, pero cada año –como otros tantos agricultores– vendían su uva a la ... cooperativa. Fue en 1996, cuando Carlos decidió abandonar su puesto de funcionario en la Diputación de Álava, dejar de vender la uva que cultivaba y comenzar también a elaborar sus propios vinos. El objetivo era conseguir unos de calidad, pero también con una personalidad propia.
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Un cuarto de siglo después, Piérola es una marca que ha alcanzado un reconocimiento, que está muy asentada y goza de prestigio. El visitante que acude a visitar a la localidad de Rioja Alavesa para conocer las Bodegas Fernández de Piérola descubre allí el porqué de esa trayectoria.
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Visita con mirador
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Horario: Sábados a las 11.00 y a las 13.00 horas. Otros días de la semana consultar
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Duración: 90 minutos
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Incluye: Visita guiada en grupos de dos a treinta personas por el viñedo, el mirador y la bodega; y degustación de dos vinos del Grupo Piérola con un aperitivo
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Precio: Adultos, 18 euros y niños (de 4 a 17 euros), 5 euros
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Visita con comida
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Horario: Sábados a las 11.00 y a las 13.00 horas. Otros días de la semana consultar.
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Incluye: Visita guiada por el viñedo, el mirador y la bodega; y degustación de dos vinos del Grupo Piérola con aperitivo y comida en la propia bodega coon un menú que se adapta a la temporada.
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Precio: Adultos, 50 euros y niños (de 4 a 17 euros), 25 euros.
Y comienza haciéndolo, aproximándose al contexto geográfico de la subzona. Desde el mirador de la bodega, en una de las zonas más altas de su viñedo, el enoturista aprecia la singularidad del entorno, protegido por dos sierras (Cantabria y La Demanda) que aportan cada una unas especificidades diferentes, y regados por un río –el Ebro– que recorre el valle para enriquecer sus suelos.
Después, el visitante observa los viñedos de la bodega. Esos que cada año se siguen vendimiando a mano y que en Moreda todavía mantienen las estructuras vitícolas de antaño.
También observa, cómo entre las viñas emerge –apuntando al cielo– la figura de una aerogenerador, ya casi convertido en icono de la bodega, y que produce (en régimen de autoconsumo) toda la energía que consume la instalación, y aún vende otro tanto a la red eléctrica. Es un exponente del compromiso empresarial con la sostenibilidad.
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Después de haber recorrido el entorno de la bodega, conocido su viñedo y contextualizado su ubicación, el visitante se adentra en el interior de la bodega para seguir el proceso que lleva a la uva a convertirse en vino y salir de Bodegas Fernández de Piérola, ya embotellado, camino de las mesas o barras de todo el país, aunque éste es un vino especialmente valorado en todo el norte peninsular.
Los vinos de Piérola están expuestos a una larga crianza en roble francés y americano
El mercado nacional es el principal destino de las distintas referencias de la firma
Cada campaña, hasta la bodega llega la uva de las 50 hectáreas de viñedo propio, y también la que desde hace ya bastantes años, la firma lleva comprando a algo más de una veintena de agricultores de la zona, repartiéndose cada al 50% la proporción entre la propia y la comprada. La edad media del viñedo es de unos 30-35 años de vida, según desvela, Carlos Fernández de Piérola, alma mater de la bodega.
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El vino que comercializa la firma tiene, por lo general, una crianza prolongada. El que comercializa con la contraetiqueta de crianza pasa 18 meses en barrica. Se trata de un proceso mixto en el que descansa seis de esos meses en barricas de roble francés, para pasar a continuación, durante doce a reposar en roble americano.
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El visitante puede recorrer la monumental nave donde descansan 6.000 barricas apiladas en un espacio casi laberíntico. Cada año, 1.000 de esas barricas son renovadas para que sigan proporcionando al vino que en ellas se guarda, las mejores de sus virtudes.
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Próximo a la nave de barricas, el visitante encuentra una pequeña aula didáctica para que, el más profano, pueda asomarse al valor del corcho o la madera en el proceso de crianza del vino porque, como explica Carlos Fernández de Piérola, «se trata también de hacer un poco de pedagogía del vino y de difundir su cultura».
Antes de abandonar esa zona, el propietario de la bodega anuncia que con motivo de la próxima celebración de los 25 años de la bodega, Fernández de Piérola va a lanzar un nuevo vino. Se trata de un vino especial, un brut nature rosé que verá la luz en diciembre, y que se unirá a la gama de espumosos que desde algunos años aparecen en el portfolio de referencias de la bodega riojano alavesa, y donde el tempranillo (tanto tinto como blanco) es la variedad más representada.
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Actualmente, el 90% de la producción de Fernández de Piérola se queda en el mercado nacional (principalmente el más próximo), y únicamente el 10% sale fuera de las fronteras españolas.
Muchos de sus clientes nacionales disponen de su propio botellero en la bodega –en el Club de Amigos– y cuando han dado con sus reservas domésticas, reclaman a los responsables de Piérola que les envíen más botellas de las que tienen a buen recaudo (en unas condiciones idóneas de temperatura, humedad y luz) en los nichos de las instalaciones de Moreda.
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