Ver fotos
Apabullante tarde de Roca Rey, que se hace dueño y señor de La Ribera
El peruano cortó cuatro orejas con petición de rabo; Diego Urdiales marró con el descabello una gran faena
Apoteósica fue la faena de Roca Rey al que cerraba plaza. Comenzó de rodillas la obra, con la muleta planchada en la mano diestra. Lo ... toreó lentísimo ahí abajo, alternando con algunos pases cambiados por la espalda. Todo con una suavidad que estremecía. Qué barbaridad. El público en pie. Rendido ante un toreo en mayúsculas. Roca se hizo dueño y señor de La Ribera. El toro tenía muchísima nobleza, embestía con calidad y él se sentía a gusto. Grandiosas fueron las tandas por el derecho, repetía mucho y bien el toro, y Roca lo llevaba tan despacito que aquello vibraba por sí solo. La arrucina fue de infarto. Al natural le costó meterlo, viajaba el toro pero no con esa codicia que transmitía por el derecho. Siguió por ese pitón, llevándolo largo pero esta vez más pegadito a tablas, que es por donde respondía mejor. Se volvió a echar de rodillas, como empezó todo. La Ribera rendida a sus pies. ¡Torero, torero! Le gritaban desde el tendido. Abrochó la obra por bernardinas. Ajustadísimas. Impresionantes. Todo. Se perfiló a matar y la estocada entró. El público le rindió al toro una clamorosa ovación mientras doblaba. En pie las cinco mil almas. No había discusión. Aquello sí que esta vez era de dos orejas.
Otras dos cortó a su primero, esta vez por una faena de cercanías, metido entre los pitones del toro, ya parado, aplomado y sin combustible. La gente enloqueció también. Muchos vienen a ver eso, el riesgo. A este toro lo recibió en medios, citó y se cambió el viaje por la espalda. Varios muletazos arriesgados. «La madre que te parió», gritó una aficionada. Hubo un poderoso toreo con la muleta por el pitón derecho, quizá demasiado poder para un toro que necesitaba mimo. Con superioridad y mando lo llevó hasta que bajó la persiana cuando se quedó sin revoluciones. Ahí es cuando ya tiró de cercanías. La tarde la puso cara.
La corrida
-
Plaza de toros de La Ribera. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo. El 1º, con movilidad pero desigual en la embestida; el 2º, manejable; el 3º, justo de fuerza; el 4º, de mucha transmisión; el 5º, manejable pero incierto; y el 6º, extraordinario, de mucha calidad. Casi lleno.
-
Diego Urdiales, de sangre de toro y oro. Pinchazo, estocada (ovación). Estocada que escupió, cinco descabellos (ovación).
-
Emilio De Justo, de verde y oro. Estocada (oreja). Estocada baja (vuelta).
-
Roca Rey estocada (dos orejas). Aviso, estocada (dos orejas con petición de rabo).
Todos empujamos la espada de Urdiales en el cuarto. Tenía que entrar hasta la bola. Y entró, pero el descabelló lo descompuso todo. Maldita sea. ¿De dos? Posiblemente. La faena de Urdiales al cuarto nos hizo volver a confiar en que el toreo sigue vivo. Ninguno de los cinco toros que ha toreado en este abono 'mateo' le ha permitido torear bonito a las verónicas. ¡Qué rabia! Porque esta temporada desprenden magia sus muñecas. Al público le brindó una faena que estuvo muy bien estructurada y en la cual alternó series por ambos pitones. Tenía transmisión el toro, humillaba mucho, y eso hizo vibrar la plaza. El toreo de verdad. Por el izquierdo tuvo mayor profundidad porque los naturales fueron tan lentos que la embestida se dormía en cada viaje. Por el derecho tenía mayor continuidad la serie, la cual dibujaba con la mano muy baja. Qué grande es el toreo cuando se hace tan despacio. Todo alejado de la vertiginosidad de los nuevos tiempos. Urdiales volvió a desprenderse del tiempo y a hacerlo suyo. Logroño le esperaba y lo vio en plenitud. En el último cartucho. Una grandiosa faena para rematar su paso por La Ribera.
En su primero apenas tuvo opciones. El toro de Núñez del Cuvillo se dejó en los primeros muletazos con la diestra, iba y venía, y aunque no lo hacía con demasiada calidad, más bien algo descompuesto. Le faltó raza y empuje. Diego le plantó delante esa muleta poderosa que tiene y la cosa quiso fluir con muletazos de gran trazo, largos. Al natural cabeceaba mucho el toro y no pasaba. Estuvo muy torero.
Emilio De Justo cortó al toro con el que debutaba una oreja. Tenía genio pero era manejable. El extremeño trató de armar una faena con torería y clasicismo, siempre colocándose y buscando la profundidad. Fue una faena de mucha técnica, medida y muy calibrada. Mató de una gran estocada. A Urdiales le brindó su segundo, un toro complicado. Fue una faena correcta por ambos pitones, que tuvo momentos de transmisión aunque se vino pronto abajo. Entrega no le faltó al torero, que se trabajó la faena con verdad, pero el astado no se entregó. Metió la espada y la pañolada se desató, pero no la atendió el palco y dio una vuelta al ruedo.
La tarde se la llevó Roca Rey, que estuvo arrollador, pero Urdiales puso también su sello, porque él hizo el toreo que perdura. A hombros se marchó Roca entre una masa de jóvenes, que lo auparon a los cielos de Logroño.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión