Voy creyendo, según pasan los años y se me acumulan los sanmateos, que los logroñeses estamos cada vez más profundamente equivocados. Ynuestras autoridades, más profundamente despistadas. Tanto los unos como los otros saben de qué va esto, pero lo tienen ahí, en un segundo nivel del subconsciente, empeñados en hacer de San Mateo algo que no es.
Las fiestas de mi pueblo no son, por ejemplo, una cita musical de postín. Este año ya hemos dado un paso definitivo: en lugar de ... al menos un concierto chulo al día, nos hemos gastado los cuartos en solo uno, pero ligeramente más potente. Tampoco es Springsteen, y además actuó en Calahorra hace cuatro días. De Mikel Izal pabajo, lo más interesante es, figúrense, un grupo que se hace llamar Zapato Veloz pero en el que no queda nadie de los que cantaban al tractor amarillo. Es lo que se lleva ahora.
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Tampoco somos San Sebastián para creernos que tenemos un concurso de fuegos artificiales de la leche. En fin, que los tiramos, decimos «oh» y «ah» y aplaudimos. A veces hay drones, a veces no. No se sabe por qué, la verdad, tampoco preguntamos.
Tampoco son, y esto ya es más paradójico, las fiestas de la vendimia. O al menos no las del vino. Aparte del pisado (un aquelarre que si fuera un pelo más rancio estaría prohibido por Consumo) les desafío a encontrar un acto relacionado con el vino. Hay alguna cata, les juro, pero está más que escondida.
Entonces, ¿de qué va esto? ¿Qué tienen las fiestas de Logroño que no tengan las demás? ¿Qué nos distingue, qué sorprende a los de fuera cuando vienen, qué crece cada año, siempre de buena salud y ocupando casi por igual centro y barrios?
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Pues ya lo saben ustedes: la cosa del pincho. La jamada. Lo que, cursis nosotros, llamamos «degustaciones». Las de Logroño son las fiestas del comer en la calle por excelencia. ¿No me creen? Pues hagan cuentas en su programa, si es que son tan afortunados y tienen uno. El sábado 20 no hay, que es el día del cohete y se supone qu e la gente está a emborracharse sin excusa. Pero desde entonces: el domingo hay 17 degustaciones; 13 el lunes, 15 el martes, 14 el miércoles, ¡19! el jueves. Y el día final, solo 7 antes de quemar la cuba. Por haber, hay incluso una antes de que se tire el cohete y otro para el sábado, ya con las fiestas teóricamente muertas.
De eso van los sanmateos, y no de nada más. Igual hasta podríamos quitarnos los complejos, darle un poco de lustre, orden y sentido a la cosa, y promocionar estos días como lo que son: las fiestas del pincho callejero más brutas del mundo mundial. Aunque tampoco estaría mal hacer algo con el vino, no sé, aunque sea por vergüencita.
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Comamos y bebamos, pues, y vayamos luego a los bares, a algún conciertillo, a los toros el que guste, con los niños a algún hinchable. Ah, y que no se me olvide: felicidades, don Baldomero. Que 130 años no es nada.
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