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Los tambores marcan el paso
Lo histórico se da la mano con lo regional y hubo hasta quien se cocinó unas patatas o llevó a los churumbeles al parque-aventura medieval
Lo útil que resulta un tambor en unas fiestas de interés turístico nacional. Con un tambor se puede ser cofrade o encabezar ejércitos, como sucede en Logroño cada Semana Santa y, desde luego, en San Bernabé. Luego, otros ratos, incluso se puede ir junto a una charanga bajo la pancarta de una peña y, como no, ser una pieza fundamental en las batucadas. Después de tanto tiempo de calles silenciosas y tristes, el tambor se ha hecho este jueves un hueco inmediato incluso en las abarrotadas calles del mercado renacentista, en cuyos bordes crecían unas degustaciones de casi cualquier cosa rica a las que su público respondió en masa. Todo el mundo tan bien almorzado tan pronto.
Y con ese lío que se monta en Logroño, donde no siempre sabe uno si tal día como el 9 de junio debe llevar la ropa renacentista, tan recién estrenada que la tenían muchos, o el traje regional con sus medias de garbanzos y todo, debate que algunos han zanjado colocándose la camisa de la peña, que ahora hacía dos años que la tenían doblada en casa y ya era hora de ventilar.
La jornada da para todo, con su parte de remembranza histórica, que no falte, pero también con su lado social a base de familia y amigos con los que recorrer una calle tras otra y con una alimentación variada en cada parada, que eso va en nuestra idiosincrasia. Hubo quien, con los más cercanos, se cocinó unas patatas con chorizo en pleno Paseo de Dax. Y quien llevó a los más pequeños de la casa a esa especie de campo-aventura medieval que han puesto en la plaza del Mercado. Tiene hasta esas hachas que se cruzan en las alturas y que salen en tantas películas para que los héroes se luzcan. El arco de boj de escenario de fondo de tantos paseos. Al lado, el balcón donde esta noche se estrena el Reloj de San Bernabé. Atención, que mañana habrá luminarias. Es no parar.