Una jota nuclear
A mí me sonó la alarma locutando una noticia sobre Garamendi. Zumbaba y vibraba el móvil con un aullido rarísimo que no se podía apagar. ... Parecía que se había roto el aparato, y cuando apareció una alerta en la pantalla yo pensé que la patronal se había infiltrado en mi ordenador o en el teléfono por lo que había pasado un rato antes en la comparecencia del presidente de la CEOE:
- Señor Garamendi, ¿podría adelantarse medio pasito hacia las cámaras?
- No.
- Es que los compañeros no llegamos con los micrófonos.
- Ya verá usted como sí.
Luego habló de los efectos que estaba causando en la economía «la guerra de Corea» (un fallo lo tiene cualquiera) así que entre eso y que la gente de su gabinete se lo llevó tirándole del brazo mientras respondía a la última pregunta que nos dejaron hacerle («Perdonad, ja, ja, es que va a comenzar el acto, ja ja...») Yo, en fin, estaba alucinado y se lo había contado a mis amigos por WhatsApp. Pero esa alarma no era la patronal mandándome un virus para boicotear la noticia, era peor. Era Navarra volando por las redes telefónicas para aterrizar en mi móvil convertida en estridencia, grito de Zugarramurdi con palabras en euskera, cañonazo en 1521, el teléfono como un mugido salvaje de los Cebada Gago por Estafeta, los Zanpantzarrak de Ituren con sus pieles de cordero y sus cencerros proclamando que Llorente es de Pamplona; Navarra, la pesadilla hecha jota nuclear en La Rioja a la una de la tarde.
La gente se asustó mucho y eso fue lo más significativo; desde el COVID hay una ansiedad profunda y general a la que estos sobresaltos no le convienen. En Navarra estaban avisados pero aquí no y pudo haber ocurrido una desgracia porque nos sorprendió conduciendo, friendo patatas en las cocinas del restaurante, a los mandos del láser para corregir la miopía del paciente o limpiando los cristales del salón con medio cuerpo fuera. Luego hay un debate puntiagudo sobre la privacidad pero ese ya está perdido, así que se queda todo en anécdota y mensajito ocurrente en redes sociales.
En la redacción hacemos simulacros cada año. De repente suena una sirena y, aunque nos pilla por sorpresa, es un ruido familiar y nos encontramos todos en el punto de seguridad de la esquina de la calle diciendo chistecitos malos. La seguridad laboral es muy importante para las empresas, pero ahora con las obras que tenemos por la zona no sé si sería más seguro aguantar dentro del edificio aunque se derrumbe; habrá que preguntarle a Garamendi.
Es mucho peor la alarma que me espera siempre en Zara cuando salgo sin comprar y pienso que va a pitar la puerta sin remedio: enfilo hacia a la salida conteniendo el aire en los pulmones y cuando cruzo el arco de seguridad y de manera ridícula se queda mudo, por fin respiro y piso la calle agitado y sonriente, sin compras pero sintiéndome como George Clooney en Ocean's Eleven después de robar el casino.
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