El sueño blanquirrojo ya es una sobria realidad

El partido comenzó recordando a Ángel Aguado, primer presidente de la UD Logroñés, y hombre que hizo crecer al Varea, el equipo de su barrio. Había fallecido horas antes. Y concluyó con el mejor tributo posible, la victoria, porque a Aguado no le gustaba perder. Es historia de este club y, también, uno de los artífices de que Logroño y La Rioja hayan recuperado el fútbol profesional.

Sergio Rodríguez movió una vez más el banquillo. Se cayó de la citación a última hora Olaetxea y refrescó su once con el polaco Mateusz Bogusz, además de mantener a la dupla ofensiva, Leo Ruiz y Roni. Ahora bien, el partido fue una vez más un ejercicio maravilloso de movimientos tácticos y de nombres. Es verdad que el Albacete entró mejor en el partido, más asentado y con mayor posesión del esférico, pero una fantástica jugada que inicio Clemente con un pase interior acabó con el balón a pies de Iago, que entró en el área por su flanco, se frenó y Liberto le arrolló. Inocente penalti que Andy se encargó en trasformar en gol.

El 1-0 era un síntoma de tranquilidad. Primero, porque este equipo ha dado muestras de saber ganar por este marcador; segundo, porque el Albacete es un equipo débil en el área del rival. Un gol ha marcado en todos sus viajes y no ha ganado. El círculo parecía cerrarse para sellar el sexto triunfo. Quedaba mucho. Además, esta UDL vive en ese estado de gracia en el que la fortuna le sonríe, porque poco después Emiliano Gómez estrellaba el cuero en el poste después de que Santamaría lo había blocado. Se le cayó. Y ya en el segundo tiempo, Gorka tocó ligeramente el cuerpo para impedir el remate de Fuster en boca de gol.

Al otro lado del rectángulo, el Albacete. Mente frágil y ritmo bajo. Demasiado toque, pero escasa profundidad. No sorprendía. Ritmo constante, sin cambios, sin aceleraciones, sin nada con lo que romper a su oponente. Así, un conjunto como la UD Logroñés, que suma cinco partidos consecutivos con la portería a cero, no sufre. Puede hundirse, puede faltarle el balón en un momento concreto, pero su capacidad para rehacerse es enorme, como quedó patente en el segundo gol, con el Albacete ya volcado en número de efectivos al ataque. Incluso invitarle a atacar. Con este equipo riojano no se sabe qué pensar.

Es ahí, en la necesidad del rival, donde este equipo marca la diferencia. La televisión no refleja en su plenitud lo que es el juego de este equipo. De hecho, es una pena que las puertas de Las Gaunas estén cerradas. La UD Logroñés sacó provecho a los dieciséis jugadores que actuaron y a los tres sistemas que empleó el preparador. Comenzó con cuatro defensas y dos delanteros y acabó con cinco defensas y un punta. Pero todo en su debido momento, en el oportuno. Una virtud enorme, de las que no se compra con dinero. Reside en el trabajo, porque a la inteligencia natural de sumarse la constancia del día a día.

Iñaki buscó siempre la profundidad; Iago, la sorpresa. Andy se liberó con el gol, pero también con Errasti a su espalda; Bogusz comenzó pegado a la banda, pero no participó como a él le gusta. La entrada de Siddiki, para pasar a jugar con tres medias puntas, le dio oxígeno al irse a los medios, donde se hacen las grandes faenas. Y ahí se mantuvo con la suma de Medina al duelo para formar defensa de cinco. Tercer cambió táctico. Y si en el primer gol, Clemente burló dos líneas con si balón interior a Rubén, en el segundo, la UD Logroñés salió de la presión junto a su banquillo con una secuela de toques rápidos que concluyó con el cuero en Bogusz, donde a él le gusta, para habilitar a Medina a la espalda de la desdibujada defensa manchega, y que este levantase la cabeza para servirle al cuero a Sierra que llegaba por el centro, como si de un contragolpe de baloncesto se tratara. Soberbio. En el momento en el que el Albacete se animó a ir en busca del gol, la UD Logroñés le sentenció: Equilibrio frente a desequilibrio. Y tres hombres de segundo tiempo habían participado de ese tanto que, ahora, sí sentenciaba el partido.

Siete triunfos es la mejor racha de este equipo con Sergio Rodríguez. Si la iguala bien; si no, llegará otra. Tranquilidad.