María Milagro
Psicóloga de ARAD
«La violencia suele ser antes que la adicción, pero luego se retroalimentan»«Hay muchas mujeres en una situación de riesgo y vulnerabilidad que no están en los circuitos de atención y lo viven en silencio», alerta la experta
Víctimas de un doble drama que las sitúa al borde de la vulnerabilidad extrema. Sobreviven encadenadas a un trastorno adictivo y al antojo de un ... desalmado que las maltrata. Es un colectivo invisible que a menudo no puede acceder a un recurso especializado y una atención integral, una asignatura pendiente que se ha convertido en la principal demanda de las Comunidades GPS (Generadoras de Saberes, Participativas y Sociales), la de La Rioja nació el pasado mayo, bajo el impulso de la UNAD (Red de Atención a las Adicciones), de la que forma parte ARAD (Asociación Riojana para la Atención a personas con problemas de Drogas).
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«Todos los recursos y servicios implicados estamos preocupados por esas mujeres que vemos que realmente viven unas situaciones tan extremas que al final tenemos la sensación de no poder llegar correctamente y de que se perpetúan dinámicas que les impiden salir de ese circuito de violencia y trastorno adictivo», admite María Milagro, psicóloga de ARAD.
La especialista asegura: «Yo me atrevería a decir que la violencia es antes que la adicción, pero es verdad que es algo que se retroalimenta, porque si tú estás en una situación de violencia, en un contexto tan adverso, el hecho de utilizar una conducta que puede ser con sustancias o sin sustancias para paliar esas sensaciones de malestar emocional lo que causa es que al final te atrapa también en la relación violenta, te imposibilita ser consciente y dar pasos para salir de ahí». Es el día a día en la consulta. «Sí, creo que la vulnerabilidad de haber sufrido una exposición a la violencia puede ser antes que la adicción», incide, para explicar que «también es cierto que nosotros vemos esa doble relación, tanto mujeres que desarrollan una adicción por haber estado en una situación de violencia, como hombres que efectivamente tras haber sufrido violencia en su niñez o en su adolescencia puede tener un trastorno adictivo y ejercer violencia».
«Una víctima, si recibe los apoyos profesionales y de acompañamiento adecuados, va a poder salir y recuperarse»
El grueso de las atenciones en ARAD es por consumo de alcohol en todas las franjas de edad, pero en especial en las edades intermedias, de 30 a 50 años, una demanda de ayuda en la que el colectivo femenino es, por desgracia, todavía minoritario. «Las mujeres llegan más tarde a tratamiento, tardan una media de diez años», detalla la psicóloga, quien advierte de que «en las situaciones en las que una mujer sufre violencia, tiene una adicción y muchas veces además padece situaciones personales muy complejas, incluso de sinhogarismo, al final puede llegar a que sea inviable el acceso a un tratamiento. Esa mujer no está en condiciones porque para empezar no tiene las medidas de seguridad mínimas para abordar un proceso».
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En riesgo absoluto
Un circulo vicioso reforzado por los viejos tabúes y la estigmatización. «Sigue habiendo una situación muy especial en lo que son los trastornos adictivos y especialmente con situaciones de violencia. Si es ya difícil para un hombre reconocer un problema adictivo, para la mujer es peor, porque se asocian también otra serie de etiquetas, como de ser mala madre, mala mujer... Si ese estigma está acompañado por violencia pues todavía es mucho más complicado para las mujeres poder hablar de ello», aclara la especialista, quien añade que «además las propias mujeres también han normalizado todo tipo de conductas, de control, de insulto; es decir, a veces se dan comportamientos claramente violentos que para esas mujeres no es fácil reconocer. Y todo eso complica mucho su llegada a los recursos. Hay mujeres en tratamiento frente a la adicción que al cabo de un año o más confiesan que son víctimas de violencia porque es verdad que son situaciones que les avergüenzan, de las que se sienten culpables o de alguna forma corresponsables porque han permitido ciertas cosas y al final tienen muchas dificultades para ver claramente que eso es inaceptable y hasta que no están mejor del trastorno adictivo no pueden identificar claramente el problema y salir de la relación violenta».
Pero, pese a todo, hay esperanza. «¿Se puede sanar tanto daño? Por supuesto que sí. Una persona cuando está en una situación compleja, si recibe los apoyos profesionales y de acompañamiento adecuados, va a poder salir. Hemos visto situaciones muy complejas de violencia y de adicciones, incluso en mujeres víctimas de intentos de asesinato, y, a pesar de la dificultad y del miedo, han salido y se han recuperado», asevera la experta, quien aclara que «para ello es importantísimo establecer cauces seguros para esa recuperación, con las condiciones adecuadas y los apoyos profesionales que requieren a nivel social, psicológico y médico».
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