«Vamos a ver el cáncer convertido en una enfermedad curable o al menos cronificable»
«Hay una revolución en los tratamientos», afirma el doctor, que defiende que la futura unidad riojana de ensayos clínicos traerá «esperanza» a los pacientes oncológicos
Oncología y optimismo van de la mano y el doctor Emiliano Calvo Aller (Valladolid, 1969) hace gala de esa virtud. Licenciado en Medicina y Cirugía ... en 1993 en la Universidad Autónoma de Madrid, hizo su residencia en la especialidad de Oncología Médica en la Clínica Universitaria de Navarra (Pamplona) y se doctoró en 2003 en la Universidad de Navarra y completó su formación en Desarrollo Clínico Investigacional de Fármacos Oncológicos en el Instituto para el Desarrollo de Fármacos del Centro de Terapia e Investigación del Cáncer en San Antonio (Texas), el experto aboga por «situar al paciente en el centro y acercarle los tratamientos», una estrategia en la que se ancla la puesta en marcha el próximo año, en La Rioja, en el Cibir, de la unidad de ensayos clínicos, que, asegura, «traerá esperanza a aquellas personas a las que los fármacos convencionales ya no les sirven». «Vivimos una revolución terapéutica, con fármacos inteligentes, muchísimo más eficaces y menos tóxicos», asevera el presidente de Start Europa, de Start Center for Cancer Research, la organización de investigación oncológica clínica, basada en tratamientos con fármacos experimentales a través de ensayos clínicos en fase temprana, más grande del mundo, con centros de investigación en Estados Unidos y en el continente europeo, dos de ellos en España, en Madrid y Barcelona, a la espera del que se abrirá en la capital riojana en 2025.
– ¿Está La Rioja de enhorabuena con esa futura unidad de ensayos clínicos con fármacos oncológicos innovadores?
– Efectivamente, es una noticia excelente y un motivo de celebración por todo lo que implica. Al final de lo que se trata es de generar un programa de tratamientos de pacientes oncológicos con fármacos investigacionales dentro de lo que se llama ensayos clínicos, lo que abre un montón de posibilidades en primer lugar para los pacientes, que van a poder acceder a estos fármacos que tienen la potencialidad de convertirse, dentro de cinco siete u ocho años en medicamentos estándar y convencionales. Esto es una manera de adelantarse a esos hitos. Hoy en día realmente vivimos cada año una revolución en algún tipo tumoral con los nuevos fármacos que van viniendo y esto supone una nueva esperanza para el paciente que quiere seguir luchando y que a lo mejor el tratamiento convencional ya no le está sirviendo.
– ¿Por qué la elección de esta comunidad, la más pequeña?
– Es un área claramente con una necesidad no cubierta en este aspecto, una comunidad y todo el alrededor que no están muy bien comunicados y eso, por un lado, impedía que los pacientes oncológicos pudiesen acceder a este tipo de fármacos investigacionales y que, cuando podían o querían hacerlo y sus oncólogos les daban el visto bueno, tenían que hacer viajes con mucha frecuencia a Barcelona o a Madrid, cuatro o cinco horas de trayecto que se hacen muy cuesta arriba para personas que están más frágiles. Nuestra misión desde el grupo Start es acercar los fármacos a los pacientes y no al revés, que es lo que suele ocurrir. Una de las razones es que La Rioja está estratégicamente situada para toda esa zona del norte de España y, adicionalmente, la implicación y la pasión que se ha puesto al respecto desde el Hospital San Pedro, la Fundación Rioja Salud e incluso a nivel político. Y claro, la existencia del Centro de Investigación Biomédica de La Rioja (Cibir), que aporta un gran valor añadido porque ya tienen un programa de investigación oncológica. Aunque en este tipo de programas el objetivo fundamental e indudable es ayudar a los pacientes con cáncer a intentar mejorar su enfermedad, trae también un montón de oportunidades y de sinergias porque después llegan los fármacos de las compañías farmacéuticas y podemos hacer proyectos adicionales, captación y retención de talento... Se genera un círculo virtuoso y un aumento de la excelencia en cuanto a investigación, pero también en calidad asistencial.
– Hablamos de la atención a más de cuatro millones de personas de siete comunidades autónomas, con La Rioja, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra, Castilla y León y Aragón. ¿Hay una estimación de potenciales pacientes reales?
– Es una buena pregunta, pero con más de cuatro millones de habitantes posiblemente estamos hablando de unos 30.000 casos nuevos al año de tumores según la incidencia actual del cáncer. De ellos, pacientes que puedan tener metástasis iniciales podrían ser alrededor de un tercio o una cuarta parte. Y al tratarse de ensayos generalmente diseñados para personas que tienen la enfermedad avanzada y a los que los fármacos convencionales les han dejado de servir, y con ciertas características en cuanto a estado general, funcionalidad orgánica, y aspectos técnicos adicionales que siempre ha de valorar su oncólogo habitual que es quien mejor conoce al paciente y puede recomendarle, en su caso, dichos tratamientos, pues hablaríamos de unos 300 a 400 pacientes cada año.
– Entiendo que son ensayos clínicos de fase 1 con nuevos fármacos no probados antes en seres humanos. ¿Es así?
– Efectivamente. Son fármacos sobre los que no hay una experiencia previa en humanos, aunque sí en modelos preclínicos y que tienen la potencialidad de mejorar los resultados de los fármacos convencionales, especialmente en los últimos años, porque llevan detrás todo el conocimiento adicional y más profundo que tenemos ahora sobre biología tumoral y también sobre los mecanismos de acción y de diseño de medicamentos para neutralizar los tumores.
– No son los fármacos del pasado en los que se probaba a ver, ¿no? Ahora, por entendernos ¿se va casi a tiro hecho a dianas específicas?
– Desde luego. La idea que se tiene muchas veces sobre los tratamientos oncológicos es la leyenda negra de la quimioterapia, los fármacos de amplio espectro que atacaban a las células malignas, pero también a las benignas, como las del pelo, la mucosa intestinal o las de la médula ósea, lo que provocaba toxicidades. Hoy en día son fármacos inteligentes y específicos que atacan a las células malignas e intentan preservar a las benignas, con lo cual son muchísimo más eficaces y menos tóxicos.
– Son ensayos clínicos de fase 1 en busca de beneficios para el paciente. ¿Y riesgos? ¿Los hay? ¿Son controlados?
– Claro, riesgos hay, pero habitualmente menos que en el pasado con las quimioterapias citotóxicas. Son fármacos, como decía, que ya en su diseño buscan ser específicos de las células malignas y preservar las benignas y los órganos que no están afectados por la enfermedad, con lo que se minimizan los riesgos. En esos ensayos fase 1 hay toda una serie de medidas de monitorización y de analíticas y visitas para poder detectar precozmente los posibles efectos secundarios y, de forma proactiva, intentar neutralizarlos. Son ensayos que logísticamente son más exigentes que un tratamiento convencional.
– ¿De qué tipo de fármacos se trata? ¿Vacunas, tratamientos dirigidos a dianas tumorales, inmunoterapia…?
– Pues van saliendo diferentes familias de fármacos de acuerdo a sus mecanismos de acción. La vieja quimioterapia prácticamente ya no se desarrolla porque han ido viniendo los tratamientos de fármacos dirigidos a dianas moleculares tumorales, al tendón de Aquiles, al punto de debilidad molecular de las células malignas para intentar neutralizarlo de forma inteligente y específica. Después hay fármacos de inmunoterapia, en la que su diana no es la célula maligna, sino el sistema defensivo del paciente para, por un lado, enseñarle a reconocer a las células malignas, lo que muchas veces no es tan sencillo; y, por otro, para que sea capaz de atacarlas eficientemente. La inmunoterapia ha sido la mayor revolución terapéutica que hemos tenido en los últimos años en Oncología y, en este sentido, tenemos desde fármacos que liberan los frenos del sistema inmune, fármacos de efecto vacuna contra los antígenos o singularidades intrínsecas del tumor, hay virus manipulados para que ataquen al tumor, tenemos citocinas antitumorales de amplio espectro, anticuerpos que anclan las células defensivas a las tumorales , terapia celular sobre todo en tumores hematológicos... Y además, la quimioterapia antigua o clásica que ahora se administra a través de lo que se llaman anticuerpos conjugados a quimioterapia, que de alguna forma es un caballo de Troya, ya que el fármaco lleva pegada la quimioterapia, de forma que ese anticuerpo encuentra específicamente la puerta de entrada de las células malignas y deposita dentro de ellas las toxinas antitumorales, pero respeta las células benignas. También están llegando fármacos de Medicina Nuclear, en los que esa toxina que va pegada al anticuerpo es de tipo radiactivo y permite una radioterapia sistémica que se aplica donde están las células malignas y se intenta respetar las benignas. En todo esto el desarrollo es continuo y muy creativo y estamos viendo unos resultados que son mejores y que obtenemos más rápidamente que lo que habíamos visto nunca antes en la historia del tratamiento del cáncer.
«Se capta talento, aumenta la excelencia en cuanto a investigación, pero también en calidad asistencial»
«Los fármacos son más inteligentes, específicos y muchísimo más eficaces y menos tóxicos»
«No va a ser un salto cualitativo brusco, sino una mejora cuantitativa progresiva que se está acelerando»
– ¿Cuáles serían las patologías oncológicas principales a abordar en esa unidad de La Rioja?
– En realidad todas, aunque por frecuencia los cuatro principales tipos tumorales que hay: los de mama, los de próstata, los de colon y los de pulmón. No obstante aunque son fármacos que cada uno puede tener a lo mejor una restricción en cuanto a tipo tumoral, estos programas lo que intentan es tener un conjunto de 100 o 120 ensayos clínicos activados a la vez, de manera que, independientemente del tipo tumoral que tenga el paciente, intentar ver si hay algún fármaco más específico para ese tipo tumoral o para las características moleculares de ese tumor, porque esas mutaciones no son específicas de un tipo tumoral sino de diferentes tipos tumorales que comparten esa mutación.
– ¿Y el perfil más adecuado de paciente?
– Es muy importante subrayar que es fundamental que sea el oncólogo del paciente, que es el que conoce a este, su enfermedad y los ensayos clínicos de la unidad, el que haga esa indicación. Pero hablamos de pacientes que tienen enfermedad avanzada y en el que los tratamientos convencionales o comercializados han dejado de funcionar, pero que se encuentran con ganas de luchar, sus órganos funcionan adecuadamente, presentan un estado general adecuado y con pocos síntomas o al menos estable clínicamente.
– ¿Podemos decir que se les ofrece una nueva esperanza que, en caso contrario, no tendrían?
– Efectivamente, con el ensayo se les ofrece la esperanza de intentar mejorar sus síntomas, su calidad de vida y también darles perspectivas vitales y de resultados. Y, desde luego, en un porcentaje de ellos, pequeño pero real, esa esperanza se traduce en una realidad.
– ¿Existe algún tipo de cribado, por ejemplo, por edad?
– El mayor cribado es el de su propio oncólogo, porque hay pacientes que por su enfermedad, los tratamientos previos o su estado general no se beneficiarían de este tipo de tratamientos. Fuera de ese filtro, cada ensayo tiene sus propios criterios para maximizar u optimizar las posibilidades de que el paciente se beneficie. Por eso es clave tener un buen número de ensayos clínicos abiertos, al menos 30 aunque idealmente serían entre 100 y 120, para que, independientemente del tipo tumoral y edad y características del paciente que ya ha sido preseleccionado por su propio oncólogo, intentar maximizar las posibilidades de que pueda recibir un tratamiento investigacional que tenga sentido. Nuestro objetivo al final del día como médicos es intentar mejorar al paciente que ves al otro lado de la mesa. Las compañías farmacéuticas tienen como objetivo intentar sacar adelante el fármaco para beneficiar a una población de pacientes más amplia, pero nosotros en el día a día lo que queremos como oncólogos es mejorar a cada paciente individual.
– No me olvido de la pregunta del millón, ¿estamos a las puertas de la curación de algunos cánceres?
– Es la pregunta del millón, efectivamente. De entrada puedo decir que los oncólogos somos todos superoptimistas por eso nos dedicamos a la Oncología. Pero dicho esto, yo realmente creo y, de hecho lo estamos viendo, que hay tumores que se consideraban incurables y que, especialmente en estos últimos años, con la llegada de la inmunoterapias y las terapias dirigidas a dianas, hay casos de pacientes en los que la enfermedad ha desaparecido y que pasados los años se han acabado curando. Esto ocurre en un porcentaje pequeño pero real según los tipos tumorales. Ya no es como hace quince años o veinte años cuando era algo milagroso y totalmente excepcional que un paciente con enfermedad avanzada se recuperara. Hoy en día se habla de que en el primer mundo el 60% de los pacientes diagnosticados de cáncer, de todo tipo tumoral e incluyendo también los que se detectan precozmente en programas de despistaje de dichas enfermedades, se cura del todo. Y no hay que olvidar que cuando hablamos del concepto de curación del cáncer realmente nos referimos a más de 200 enfermedades diferentes así que habría que referirse más bien a la curación de cada una de ellas. Pero confiamos, efectivamente. en que algún día el cáncer sea como otras enfermedades que tenemos hoy perfectamente controladas, porque bien tratadas se curan o se cronifican de una manera que permiten al paciente llevar una vida totalmente normal. Estamos viendo una revolución social y en esencialmente todos los campos tecnológicos con la incorporación de las herramientas de inteligencia artificial y de análisis e interpretación de datos masivos y esto también tiene implicaciones en la terapia contra el cáncer, en la velocidad y calidad de los descubrimientos de fármacos concológicos. Sin olvidar la gran importancia de todos los programas de detección precoz así como de las guías internacionales de prevención del cáncer, que incluye hábitos poblacionales y de educación en la salud, donde hay margen de mejora ya que tienen la capacidad de bajar a la mitad la incidencia del cáncer.
– Los más optimistas hablan de plazos relativamente cercanos en el tiempo para soñar, incluso tres cuatro años, ante la revolución impresionante que vivimos. ¿Se atreve a lanzar usted un augurio?
– Es que no va a ocurrir de la noche a la mañana que de repente todos los tumores se curen, es más una mejora cuantitativa continua más que un salto cualitativo brusco y agudo que cambie totalmente esto. Esa mejora progresiva y continua se va acelerando efectivamente, pero yo no me atrevo a lanzar ningún augurio porque posiblemente no acertaré. Lo que sí me atrevo a decir es que el cáncer, tomado como forma conceptual y genéricamente, se convertirá en una enfermedad, como otras, perfectamente tratable y curable en un porcentaje elevado de los casos y si no, al menos, cronificable; esto lo vamos a ver. Esa revolución está ya aquí, desde luego. Si comparamos el presente con hace veinte, quince, diez e incluso cinco años, los resultados de eficacia de tratamientos y de la lucha contra el cáncer no tienen nada que ver porque están mejorando de una forma relevante y clara.
– ¿Le vino bien, entiéndame la pregunta, a la investigación científica la pandemia, que, evidentemente, fue un drama absoluto?
– Sí, en las situaciones peores se pueden sacar aprendizajes y cuestiones positivas, a veces hasta con un punto de belleza en medio del caos más absoluto. Por eso tiene razón en su pregunta, ya que hasta en una situación tan absolutamente indeseable y dramáticas como la pandemia, con todo lo que implicó para todo el mundo, se obtuvieron aprendizajes muy importantes desde diferentes perspectivas. Creo que la gente es ahora más consciente de la importancia de apoyar e invertir en Ciencia ya que el conocimiento científico fue lo que al final nos sacó de esa situación tan difícil y comprometida a nivel mundial, a través de las vacunas, tratamientos, y medidas de salud poblacional. También hemos aprendido que se puede y se debe acercar los tratamientos a los pacientes y no al revés. Eso es muy importante porque en Oncología éramos, y todavía lo somos, muy 'hospitalcéntricos' cuando debemos convertirnos en 'pacientecéntricos', el paciente debe estar en el centro y hay que facilitarle las cosas y acercarle los tratamientos, que es lo que pretendemos, en definitiva, con esa unidad de ensayos clínicos en La Rioja.
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