Valgañón, durante su última donación de sangre Juan Marín

La última bolsa después de 152 donaciones de sangre

Carlos Valgañón acudió ayer por última vez al Hospital San Pedro después de cinco décadas como donante

Alicia Fernández de Arcaya

Miércoles, 20 de agosto 2025, 07:10

Carlos Valgañón ha exprimido hasta la última gota de su sangre 'útil'. A sus 70 años ha donado 152 veces. Se dice pronto, pero han ... sido más de cinco décadas de visitas a centros médicos, cuestionarios y pinchazos. Para el calceatense, su «modo de ayudar a la sociedad».

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Con 18 años realizó la primera donación en Santo Domingo de la Calzada, motivado por un profesor que impartía clases particulares nocturnas. «En ese momento él era el delegado del Banco de Sangre, y me decía que se iba a necesitar mucha en operaciones, que cada vez se circulaba más por carretera y habría más accidentes de tráfico», recuerda.

Comenzaba entonces la misión solidaria que abandonó ayer «por obligación». La edad límite para donar sangre son los 65 y si no se tienen problemas de salud, los 70. Valgañón los ha cumplido este mes agosto. «Hoy puedo decir que no tomo ninguna pastilla, que estoy completamente sano», comenta, orgulloso de su recorrido hasta la fecha.

«Nunca sabes a quién le va a tocar, cuando te va a tocar, puedes salir de aquí y tenerun accidente»

Él mantiene su salud intacta, pero entiende que la vida puede dar giros inesperados cualquier día. El año pasado fue su mujer la que necesitó una transfusión. La moraleja que transmite es clara: «Nunca sabes a quién le va a tocar, a un padre, un hermano, o cuándo te va a tocar a ti, puedes salir de aquí y tener un accidente».

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Tampoco ha conocido nunca a un receptor de su sangre. El proceso es anónimo, pero no lo considera importante ya que siempre lo ha hecho de forma «totalmente altruista». Una vez, le dio las gracias una persona por ser donante. «Le habían hecho una transfusión de sangre para salvarle la vida, ni siquiera sabía si le dieron la mía. Me agradeció la labor de todos los donantes y con eso ya me sentí muy satisfecho», relata.

Carlos Valgañón junto al equipo del Banco de Sangre del Hospital San Pedro Juan Marín

Desde que entra en el Banco de Donación de Sangre del Hospital San Pedro no se le quita la sonrisa de la boca. En su último día, saluda a todo el personal con un obsequio de despedida y anima a continuar su labor a los donantes presentes. Es la forma de conectar con su vocación perdida. «Sinceramente, mi frustración fue no estudiar Medicina. Tuve que dejar la escuela a los quince años y empezar a trabajar para mantener a la familia», apunta.

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No obstante, Valgañón nunca ha perdido el alma de cuidador.«Siempre he estado en ello, llegué a trabajar de celador en el ambulatorio de Santo Domingo, cuando mi mujer lo ha necesitado le he puesto yo las inyecciones y tratamientos, y todavía me gusta leer y buscar cosas relacionadas con la medicina».

La sangre de Valgañón es 'cero negativo', uno de los tipos más especiales por su capacidad de ser donante universal. En los últimos años ha tenido la suerte de experimentar la automatización del proceso de extracción. Él mismo explica el progreso que supuso la llegada del aféresis. «Gracias a esta máquina, que solo hay una en La Rioja, se pueden separar las plaquetas del plasma y de los hematíes, de forma que se extraen sólo los componentes deseados».

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En su partida, la mayor preocupación es que las nuevas generaciones no le tomen el relevo. «Ojalá con este artículo conseguimos que haya cinco o diez donantes más», dice antes de empezar.

Achaca la falta de inquietud por donar a una sociedad cada vez más «individualista». «La gente piensa que nos va a venir todo hecho, no se involucran. Es cuestión de ayudar a los demás, de echar una mano y no pensar solo en la vida de uno», comenta con nostalgia hacia el sentimiento de comunidad que antaño existía entre los donantes. «Veníamos a los centros de salud tres o cuatro veces al año, nos conocíamos entre nosotros y a los sanitarios. Ahora –concluye– las cosas se viven de otra manera».

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