Sumiso en El Dueso, depredador en la calle
La Junta de Tratamiento de Santoña negó el tercer grado al autor del crimen del niño Álex en Lardero pese a los 38 permisos previos y su aparente buen comportamiento
El 24 de agosto de 1998 nadie en Cantabria se enteró de que, al otro lado de la bahía de Santoña, ingresaba en el ... penal de El Dueso Francisco Javier Almeida, el hombre acusado del crimen del niño Álex, de 9 años –según los investigadores le secuestró tras confundirle, por su disfraz de Halloween, con una niña con la intención de cometer una agresión sexual– en la localidad de Lardero.
Pese al impacto que tuvo en La Rioja el asesinato de la agente inmobiliaria por el que fue condenado a 30 años de cárcel, su entrada en el centro penitenciario cántabro fue tan discreta como su estancia durante más de dos décadas. No es habitual que una parada tan larga se salde sin un solo parte disciplinario, aunque sea por asuntos menores. Distante, discreto, educado, sumiso... Cuatro rasgos que habitualmente utilizan los profesionales para dibujar el perfil que manifiestan en prisión este tipo de depredadores sexuales y pederastas que Almeida cumplía a la perfección. Destacaba por no destacar. Por su «comportamiento lineal». «Comportamiento de psicópata».
Hasta la llegada a la prisión de Logroño hace unos meses, antes de conseguir la libertad condicional, Almeida hacía que su trato con los funcionarios de prisiones de El Dueso y con la mayoría de internos fuera el mínimo posible. La sordera –necesitaba aparato auditivo– y su defecto en el habla no le ayudaban especialmente a sociabilizar. Los primeros años hizo grupo con los presos aficionados al baloncesto. En los muchos ratos libres que deja la estancia en la cárcel, de vez en cuando se le veía disfrutar en la cancha. Con el paso del tiempo, ni eso.
Mortadelo –ese era su apodo debido a su altura, su aspecto desgarbado y sus gafas, aunque casi todos se referían a él por su apellido– no tenía ocio más allá de los paseos con un grupo de tres o cuatro personas con las que trabó alguna amistad. Entre ellos, algunos condenados por delitos similares. Su pequeño círculo.
Sumiso y lineal también en las labores que desempeñó voluntariamente en El Dueso, estuvo de forma consecutiva en el área de ingresos y en la lavandería. Dos puestos que le obligaban a intercambiar al menos dos palabras con todos los compañeros de forma periódica. Por eso y por su historial delictivo tan marcado era conocido –al menos superficialmente– por toda la comunidad.
En el área de ingresos se encargaba de recoger y almacenar las pertenencias de los nuevos internos o aquellos que disfrutan de permiso. También de la distribución de la ropa de cama de las celdas. Como el de lavandería, labores que por su complejidad requieren cierto tiempo de aprendizaje. Por eso las suelen desempeñar presos con condenas largas.
Su perfil era perfecto, conocedor además de las dinámicas de las prisiones. Porque antes de ser declarado culpable por el crimen de la agente inmobiliaria María del Carmen López a la que también agredió sexualmente, Almeida había sido condenado a siete años de privación de libertad en 1989, cuando él tenia 22 años, por otro delito sexual contra una vecina de 13. La engañó para que entrara en su piso, la ató y le enrolló una cuerda al cuello hasta que perdió el conocimiento. Cuando la víctima volvió en sí, él tenía los pantalones bajados.
Fue perfecto su comportamiento en las terapias que los condenados por este tipo de asuntos (delitos sexuales, violencia contra la mujer...) tienen que superar con éxito para acceder a beneficios penitenciarios. Pese a que las sensaciones que desprendía el personaje eran negativas, no había argumentos objetivos para denegarle las salidas puntuales a la calle en la recta final de su condena. Tuvo hasta 38 permisos entre 2013 y 2020 y en todos demostró buen comportamiento, «que se sepa».
Pese a todo lo anterior, la Junta de Tratamiento de El Dueso vio «algo» en Almeida para denegarle el tercer grado. En realidad accedió a él con el voto en contra de este órgano, que se ocupa de determinar si un reo puede o no acceder al régimen abierto y que no solo incluye a los cargos directivos de la prisión, también a los técnicos que se ocupan de la salud mental de los reclusos. Almeida recurrió la decisión a Instituciones Penitenciarias, que en febrero de 2020 resolvió que podía finalmente disfrutarlo. De ahí pasó a la cárcel de Logroño, donde el juez de Vigilancia Penitenciaria decidió concederle la condicional antes del fin de la condena, previsto para agosto de 2023.
El hospital de Valdecilla le trató de sus problemas de impotencia sexual
Cuando comenzó una relación epistolar con una 'admiradora' aún no se conocía el crimen de Lardero que tanto ha impactado a la sociedad española, pero su presunto responsable ya había sido condenado por otra agresión sexual a una niña y por violar y asesinar posteriormente a otra mujer. A la amiga de Almeida no le importó y la relación se fue consolidando hasta el punto de que ambos solicitaron encuentros presenciales a través del cristal, el paso previo imprescindible para poder solicitar los 'vis a vis'.
En ese contexto, el ahora detenido inició a través del hospital de Valdecilla un tratamiento para superar los problemas de impotencia sexual y El Dueso le facilitó viagra. Pese a lo insólito de la situación –Almeida nunca solicitó la castración química, al contrario que otros condenados por delitos similares–, entre la comunidad penitenciaria entendía que era un paso más dentro de la terapia de rehabilitación.
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