Cuarenta años cuenta Pradejón como destino de inmigrantes por el reclamo que supone el empleo propiciado por el crecimiento del cultivo de hongos. Primero ... acudían de pueblos vecinos, incluidos navarros, después empezaron a llegar marroquíes y, más tarde, rumanos. En total ahora hay 22 nacionalidades, desde un estadounidense a un italiano, aunque el 20% de los extranjeros que residen allí son rumanos y el 15%, marroquíes, según cálculos del alcalde, Alfonso Pousada (PP). «Todos venían a trabajar y se han integrado estupendamente, así que estamos muy contentos. Los que llevan aquí treinta años están establecidos como uno más, ya son pradejoneros. No tenemos ningún problema», declara el alcalde.
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Tal es la integración que la mayoría de los bares del pueblo los regentan rumanos, muchos casados con pradejoneras de nacimiento, y viceversa. «La inmigración busca mejorar su vida, trabajar, y vienen aquí igual que en su día los españoles se iban a Alemania o América a trabajar. Al que quiere venir a trabajar se le abren los brazos, como a cualquier ciudadano. Nadie quiere delincuencia sea nacional o extranjera, y menos en un municipio en el que se vive en armonía», advierte Alfonso Pousada.
El alcalde destaca que nunca ha habido problemas de convivencia, sobre todo porque el atractivo del pueblo siempre ha sido el empleo. «Aquí, si vienes, es a trabajar. Si rara vez ocurre algo los mismos vecinos tratan de solucionarlo porque no quieren que pase y daña su imagen. Para nosotros no son ni rumanos ni marroquíes, son pradejoneros», afirma Pousada. En la mañana del pasado viernes personas de distintas procedencias tomaban café las terrazas de los bares de la plaza de la Constitución, igual que acudían al mercadillo de la avenida de La Rioja.
«Como los hemos recibido desde hace tantos años, ha sido escalonado y venían a trabajar, porque se necesitaba mano de obra y eran necesarios… Y no solo se han dedicado al sector primario, también han ido abriendo sus propios negocios. Ellos vienen a progresar y ese progreso redunda en el municipio», describe el alcalde. Charadi Idbire, marroquí de 46 años, emigró en el 2001. «Vine a buscarme la vida, a trabajar en el champiñón y después en la fábrica de calzado. No hay ningún problema aquí, es muy tranquilo y estoy muy contento», explica Charadi. Bianca, rumana de 43 años, emigró en 1999, tras los pasos de sus padres. La familia regenta el bar Ana. «Nunca hemos tenido ningún problema, la convivencia es muy buena», expone Bianca.
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Y Tomás, a sus 93 años, agricultor jubilado nacido en Pradejón, es consciente de que hay mucha inmigración en su pueblo y su opinión es clara al respecto: «Me da igual». «Aquí se vive bien, no nos metemos con nadie. Con el champiñón hace falta mano de obra y siempre hemos acogido a mucha gente», describe. Eso sí, Tomás revela que «siempre hay alguno que se empipa un poquillo... pero no hay que ser extranjero para eso».
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