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Regreso al seminario de Albelda
Una veintena de seminaristas se reencuentra en el convento de los Escolapios 60 años después: «Nos lo pasábamos bomba»
Una veintena de seminaristas que estudiaron en el convento de Albelda de Iregua se reencuentran este fin de semana allí, donde se formaron en ... Teología hace ya más de medio siglo. El edificio (conocido popularmente como Los Frailes, actualmente en propiedad de la bodega Vinícola Real, que mantiene en la finca un viñedo de catorce hectáreas) acumula décadas en desuso y en ruina, después de haber sido utilizado por el Ejército, como escenario de rodajes de videoclips e, incluso, como pista del campeonato de atletismo campo a través de La Rioja. Los Escolapios iniciaron la construcción del seminario a la vez que se establecieron en Logroño con un colegio, en 1927, a la manera del monasterio de Irache.
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Expone la historiadora Mercedes Lázaro en su estudio 'El convento de Los Frailes' que «aunque en algunos ámbitos el teologado albeldense recibiera el pomposo título de 'Universidad Calasancia', sus estudios nunca rebasaron el nivel del seminario, consiguiendo su mayor esplendor en las décadas 50 y 60 del siglo pasado». El seminario de Albelda lo adquirieron los Escolapios a Rufino González y entonces era una finca de veinte hectáreas denominada Las Viñuelas que incluía la capilla de la Soledad y un molino.
El 15 de septiembre de 1928 se inició el primer curso en una casona (Casa del Millonario), mientras se levantaba el convento, proyectado por el arquitecto Fermín Álamo y que provocó «la tala de más de mil chopos de la orilla del Iregua». Ya a finales de 1929 se empezaron a ocupar las primeras dependencias del seminario, aunque no se inauguró hasta el 12 de junio de 1931. El majestuoso edificio contaba con 411 ventanas exteriores y 316 interiores, y la finca, con cuatro frontones y una piscina. «El proceso de construcción del convento incrementó temporalmente el número de residentes [en Albelda], trabajadores de fuera alojados en domicilios particulares, proporcionando a la población una cierta apertura al exterior», describe Mercedes Lázaro.
El primer seminarista en tomar el hábito fue Antonio López en 1930. La actividad se interrumpió durante la Guerra Civil, en la que el seminario fue depósito de armas y hospital de guerra. Aunque en la posguerra se vivió un notable incremento de las vocaciones religiosas, hasta sumar 150 seminaristas simultáneos en Albelda, estas decayeron, por lo que se trasladó el teologado a Salamanca. «Resultaba inviable mantener infraocupado el edificio y abandonada una finca que hasta entonces se había destinado a tareas agrícolas y ganaderas», apunta Lázaro.
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Así que en 1976 la finca se vendió al entonces Ministerio del Ejército, que quiso habilitar allí un centro para niños con discapacidad que nunca se materializó. Después, una promotora proyectó una residencia de personas mayores que tampoco cuajó. Hasta hubo un proyecto para habilitar un hotel y balneario que igualmente quedó en agua de borrajas. En 2016 Miguel Ángel Rodríguez, propietario de Bodegas Vinícola Real, compró el edificio al Banco Sabadell y ha realizado obras de contención para frenar el deterioro, como el retejado. En mayo de 2023, tras el robo de las campanas de la ermita de San Marcos, Vinícola Real alertó de la misma sustracción en el seminario.
Francisco Javier Herce, logroñés de 78 años que ha ejercido como periodista en 'La Gaceta del Norte', fue junior en el seminario de Albelda. Ingresó con 18 años, tras pasar por Zaragoza e Irache. «Cuando llegamos ya solo se daban los primeros cursos de Filosofía y Teología, porque el final era en Salamanca. Era como un internado, con una biblioteca y una huerta enorme, y teníamos total libertad», recuerda. La actividad principal era el estudio y el resto del tiempo lo dedicaban a impartir catequesis en los pueblos de alrededor, desde Ribafrecha a Viguera y Entrena. «Íbamos por parejas, andando por el monte, hasta que la familia de un compañero nos regaló unas bicicletas, así que imagínate unos muchachos con sotana en bici por el monte...», describe Francisco Javier Herce.
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Después propusieron impartir las clases de Religión en los colegios. «Nos lo pasábamos bomba», reconoce. Fuera o no por eso, Herce señala que, de su promoción, apenas dos fueron finalmente sacerdotes. De aquella época guarda bonitos recuerdos, el seminario contaba con árboles frutales, una granja de cerdos y gallinas y unos jardines que parecían botánicos. «Hace años se llevaron todas las baldosas hidráulicas y lavabos, quedó todo vacío y abandonado. Es una pena», lamenta Herce.
Ramón Barrio, también de 78 años, es natural de Tolosa (Guipúzcoa) y llegó a Albelda a los 17 años tras pasar por Orendáin e Irache. «Estuve un año y medio y el convento era lo mejor que habíamos conocido. Hasta construimos una cancha de básquet. Nos bañábamos en las pozas del Iregua, recogíamos fresas y pepinillos...», rememora. Pero a pesar de aquel escenario bucólico y aquellas paradisíacas instalaciones, las ordenaciones no se dispararon. «De los 30 o 40 que éramos por promoción un 30% de la anterior llegaron a curas y, de la mía, solo un 10%. Empezábamos a descubrir que el mundo era otra cosa», reconoce Barrio.
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Así, él abandonó el seminario en 1966. «Lo pasé muy mal porque salir era complicado, estuve meses en cama por una crisis estomacal, pero me ayudó trabajar en el bar de mis padres», cuenta. Después estudió Económicas en Bilbao y trabajó en Unilever, estableciéndose en Riaza (Segovia). Desde entonces Barrio no ha vuelto a entrar en el seminario, solo lo ha visto por fuera. «Emocionalmente, volver nos afecta. La iglesia era preciosa», confiesa.
Sara Arambarri, responsable de Enoturismo de Vinícola Real, destaca que en la finca existen dos árboles que consideran singulares, aunque no están catalogados como tales, un pinsapo y un credo del Atlas que podrían ser los más altos de sus especies en La Rioja. En cuanto al edificio del seminario, el propietario realiza algún arreglo sobre todo, destinado a que la gente no acceda, primero porque es propiedad privada y, segundo, porque hay dependencias a las que es peligroso entrar. «No hay ningún proyecto, pero ideas, muchas y muy bonitas. De momento, con defendernos del vandalismo tenemos bastante», confiesa Arambarri. Al menos por un día, parte de aquellos que iban para sacerdotes regresaron a Los Frailes.
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