Invisible, latente y larvado durante décadas, el drama de la salud mental comenzó a emerger a la par que el covid y, tras la pandemia, ... comenzó a asomar a la superficie un descomunal pico de un todavía desconocido iceberg. Se intuía en parte, pero los temores se han convertido en una realidad que ha empezado a tensionar el sistema sanitario.
Publicidad
«La pandemia fue un catalizador de un malestar que estaba encubierto. Ese punto de inflexión que ha supuesto ese cambio que tuvimos todos, lo que ha hecho es visibilizar una situación que quizás estaba sosteniéndose de una forma larvada. Se ha visibilizado el problema y ha puesto en jaque todo el sistema sanitario en todos los ámbitos y especialidades, en todas las comunidades y a nivel mundial», admite la doctora Marisol Campos Burgui, psiquiatra y responsable del servicio de Salud Mental Comunitaria del Servicio Riojano de Salud (Seris).
La demanda de ayuda se ha disparado y su escalada esta desbocada. «Hablamos ahora mismo de cifras insostenibles», confiesa sin paños calientes la especialista. «En junio pasado, por ejemplo, se hicieron 442 interconsultas; en julio, 513 peticiones de cita; en agosto, 464; y en septiembre, casi todavía a mitad de mes, ya tenemos 300 solicitudes de consulta. Se hace un filtraje para ordenar lo que es preferente, qué puede ser ordinario, qué puede derivarse a otros dispositivos.... Pero hablamos de una media de 500 interconsultas mensuales, de 24 peticiones de consulta en Salud Mental cada día, y eso es inasumible», incide la doctora Campos.
La amenaza de saturación es real pese a las actuaciones implementadas por Salud, como la incorporación de psicólogos sanitarios en Atención Primaria o un nuevo sistema de gestión de las derivaciones para el filtraje y validación de todas las interconsultas en busca de una atención eficiente y eficaz. «Esta costando mucho gestionar esa demanda», confiesa la psiquiatra respecto al alza en las listas de espera y en las demoras. «Si es preferente se trata de atender en una semana o un poquito más, pero depende de la población que atiende el centro y qué recursos profesionales que hay. Siempre hay un psiquiatra en urgencias, siempre se puede dar una asistencia si es necesita, pero sí que es cierto que en las citas ordinarias hay centros que tienen lista de espera hasta diciembre», concreta.
Publicidad
Por cada diagnóstico de depresión en La Rioja, medio millar anuales, se contabilizan cinco por cuadros de ansiedad
Los cuadros depresivos y la ansiedad copan el grueso de la demanda asistencial, según detalla la responsable del área, quien explica que «las consultas que nos llegan muchas veces son problemas reactivos a situaciones vivenciales, como problemas laborales, familiares, por rupturas, por sobrecarga, no solo laboral sino también de cuidados de mayores, consumos de tóxicos que se acompañan también de una clínica ansiosa, una clínica depresiva y una clínica psicótica...». Y aunque las depresiones han cobrado un mayor protagonismo en los últimos años en los diagnósticos, en la cúspide se mantiene la ansiedad. «Por cada cuadro depresivo que se diagnostica, hay cinco de ansiedad. El malestar emocional de la población es muy grande», defiende la doctora. En 2019 hubo 561 diagnósticos de depresión y 2.723 de ansiedad; el pasado año, 495 y 2.580, respectivamente; y en lo que llevamos de 2025, la tendencia se repite: 171 por depresión y 966 por cuadros ansiosos.
De hecho, los diagnósticos por enfermedad mental no paran su escalada en el conjunto del país. Según el último informe del Ministerio de Sanidad, correspondiente a 2023, el porcentaje de riojanos diagnosticados se eleva al 11,25% cuando en 2019, antes de la pandemia, la tasa era del 9,60% y en 2016, del 8,83%. Con la Comunidad Valenciana a la cabeza, con un tercio de su población diagnosticada (33,03%), en un ranking que cierra Extremadura (6,32%), La Rioja figura entre las de menor incidencia y a casi 7 puntos de la media nacional, 17,86% (15,87% en 2019 y 11,08 en 2016).En cuanto a la prevalencia por sexos, al igual que en el conjunto del país, en la comunidad es también mayoritaria entre las mujeres, 11,97%, frente al 5,62% de los varones según la estadística de 2023.
Publicidad
Antidepresivos y sedantes
La tregua en el impacto parece aún lejana en el tiempo. Además de las estadísticas de consultas, atenciones y diagnósticos, hay un indicador que prosigue también una escalada imparable en La Rioja, en España y en el planeta: el del consumo de fármacos antidepresivos y de medicamentos hipnóticos y sedantes. Según los últimos registros del Ministerio de Sanidad, el consumo de antidepresivos en la comunidad volvió a marcar un nuevo máximo histórico el pasado año, con 98,32 dosis diarias por cada mil habitantes en 2024, pese a todo muy por debajo del dato medio nacional, 107,15. El uso de este tipo de fármacos en la región no ha dejado de incrementarse en cada ejercicio desde 2010 (61,77), pero el repunte es especialmente evidente tras la pandemia, con un alza del 23,36 respecto a los datos de 2019 (79,7 dosis diarias por millar de habitantes), también inferior al aumento medio nacional en ese periodo, del 28,12%.
De hecho, los riojanos figuran entre los españoles que menos recurren a los antidepresivos, en concreto en cuarta posición tras navarros (96,27), madrileños (87,33) y vascos (84,26).
La tendencia cambia radicalmente en el epígrafe que el Ministerio dedica al consumo de sustancias hipnóticas y sedantes, donde La Rioja se sitúa a la cabeza, con 48,12 dosis diarias por cada mil habitantes el pasado año, solo por detrás de Cantabria (65,87), y 14 puntos por encima del dato estatal, 34,16.
Publicidad
Respecto al incremento detectado en el consumo de antidepresivos y otros fármacos, además de recordar que precisan de una prescripción farmacológica médica, la doctora Campos Burgui pide «no caer en la demonización, porque lo que indica es que hay un aumento muy sustancial de los diagnósticos y que la gente acude más en busca de ayuda. Hay problemas de salud que hay que tratar sí o sí, porque si no no se resuelven; sin embargo, hay otros que igual se medican en exceso, con lo que hay que buscar el equilibrio, hacer un buen diagnóstico para poner una buena prescripción. Pero las prescripciones son necesarias».
«Hoy en día tenemos muy poquita tolerancia a la frustración y al malestar», señala la doctora Campos Burgui
La pandemia fue la espita, pero las causas reales poco tienen que ver con la crisis sanitaria, según los expertos. «Una es el envejecimiento de la población, evidentemente, cada vez vivimos más y queremos hacerlo mejor, pero una de las claves es que esta es una sociedad que está muy acelerada y todo eso genera una situación de malestar y muchísima frustración, que se traduce en altos niveles de ansiedad, que suele ir de la mano de una sintomatología depresiva y del aumento del malestar emocional, lo que lleva a que haya un incremento de esa demanda de ayuda y de la prescripción. Las relaciones interpersonales están cambiando y todo eso lleva a que la sociedad esté acelerada, incluidas las redes sociales, que son la inmediatez», asevera la doctora Marisol Campos Burgui, psiquiatra y responsable del servicio de Salud Mental Comunitaria del Seris, quien añade otra variable: «Además, vivimos en una sociedad del bienestar en exceso, todos queremos estar bien y tenemos muy poquita tolerancia a la frustración y al malestar».
Nadie está a salvo, el perfil de los pacientes, cualquiera y de todas las edades. «El grupo de 40 a 60 años son los que más carga de trabajo y más responsabilidades tienen y suele ser la edad que más clínica suele presentar. Pero los mayores de 75 también tienen muchísima patología, por debilidades físicas y pérdida de funcionalidad, por otras patologías y por otros temas como la soledad», detalla la especialista, quien destaca que «sí hay un pico también de mayor patología y de más demanda entre los adolescentes, en el grupo de 15 a 25 años… Pero al final, es prácticamente toda la población».
De cara al presente y al futuro inmediato, la doctora Campos Burgui aboga por «seguir trabajando y seguir reforzando todos los sistemas sanitarios y ordenar la demanda, porque, como decía, son mas de una veintena diaria las peticiones de consulta que nos llegan y eso no es asumible. Hay que intervenir de manera global en lo que es la asistencia, pero hay que seguir trabajando y hay que hacer mucha intervención de psicoterapia acompañando a los psicofármacos y, además, hay que dar herramientas a la ciudadanía y buena información porque hay malestares en la vida que no tienen por qué ser medicados ni psicologizados, es decir, hay un malestar que es consustancial con el ser humano y que tenemos que aprender a convivir con él y para eso pues tenemos que tener herramientas».
En este sentido defiende que «a veces el poder hablar con alguien, el poder estar rodeado de alguien te ayuda a poder resolver muchos malestares y resolverlos con menos medicalización y menos sufrimiento demás. Cuando hay un problema hay que atenderlo y hay que tratarlo y hay que buscar ayuda. Luego el profesional ya verá si es necesita una ayuda específica en los servicios de Salud Mental, si debe tener una asistencia en el dispositivo de psicólogos sanitarios de Atención Primaria o si, a lo mejor, se trata de un problema de la vida que uno tiene que aprender a sobrellevarlo y que a veces uno tiene que estar mal. Por ejemplo, si pierdes a un ser querido pues tienes que estar triste. Hay momentos en la vida que tenemos que estar mal, y tenemos que saber hacerlo».
«Cada día cuesta más enfrentarse al malestar», explica la psicóloga Noelia Moreno
En el Colegio Oficial de Psicología de La Rioja (COP) coinciden también en el diagnóstico. «Sí, nosotros estamos notando también ese incremento en la demanda de ayuda de la sociedad. De hecho, como psicólogos, estamos muy alerta y preocupados, no solo porque soliciten ayuda por trastornos del ánimo y que cada vez parece que cuesta más enfrentarse al sufrimiento y malestar desde el día a día, sino por el incremento del consumo de psicofármacos para poder solucionar este tipo de cosas», señala Noelia Moreno, vocal de Psicología Clínica del ente colegial.
«Ha habido un gran aumento de consultas, también a nivel privado, pero hay una mezcla entre lo que venimos arrastrando de la pandemia y también que se ha promocionado mucho la salud mental; es decir esa demanda mayor no creemos que sea únicamente por un aumento del sufrimiento y de los trastornos de las personas».
Tras destacar como los cuadros más habituales «las sintomatologías que tienen que ver con la ansiedad y todo lo que viene asociado con ello; es decir, cuadros de ansiedad, a veces también tema de adicciones, malestares del ánimo, conflictividad a la hora de relacionarse tanto en el ámbito laboral como en las familias...», la psicóloga sitúa el radar sobre dos colectivos etarios concretos: «Nos hemos dado cuenta de la necesidad de atender a los adultos mayores, porque estaban como un poco invisibilizados. Muchos de ellos están empezando a solicitar ayuda, cosa que antes no hacían, ya que, como mucho, iban a su médico de cabecera y acababan con la toma de ansiolíticos, antidepresivos y medicación para dormir».
El otro grupo es el infantojuvenil. «Ha aumentado mucho la demanda de ayuda de los padres para la atención a sus hijos adolescentes», señala Noelia Moreno, quien añade que «lo que estamos viendo mucho es una tendencia al aislamiento, trastornos del sueño, los problemas del uso de las redes sociales e incertidumbre».
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión