«Los principios fueron muy duros. Todos los días te amenazaban o te sacaban una navaja»
Carmelo Vaquero fue uno de los siete médicos que inauguraron el Rodríguez Paterna, allá por julio de 1988, y se mantuvo en su silla («me ... la cambiaron una vez», bromea) hasta 2021, cuando se jubiló por imperativo legal a los 67 años, aunque a causa de la pandemia se 'reenganchó' durante unos meses más para ayudar.
Su cara ha sido una de las más visibles de un centro de salud con una idiosincrasia muy particular. «Los principios fueron muy duros. Eran los años 80, en una zona muy deprimida, con mucha incultura y mucha droga», recuerda. Si en un médico, a lo largo de su vida profesional, ve de todo, los del Rodríguez Paterna fueron un poco más allá. «Hicimos mucha educación sanitaria, planificación familiar, cursos de alimentación o promoción de la salud. Salíamos a buscar al paciente, a dar charlas a los colegios...», rememora Vaquero sin ninguna nostalgia. «Pasamos una época bastante dura. Todos los días te amenazaban o te sacaban una navaja para que les dieses recetas de Trankimazín, por ejemplo», explica.
Pero esos tiempos pasaron. «Ahora te sientes orgulloso de lo modélico que es el centro, que ha pasado de aguas turbulentas a la tranquilidad, además del buen ambiente que existía entre los trabajadores», explica.
«Ahora se atenderá a más pacientes y en La Villanueva cabe mucho personal. Pero tapar dos sillas con un culo es muy difícil»
Tampoco tiene nostalgia del edificio en sí. «Lo diseñó un arquitecto, como suele ocurrir, sin tener en cuenta a los profesionales», dice. Y, como ejemplo, pone que en un primer momento médicos y enfermeras compartían espacio. «De las salas de espera, que eran amplias, sacamos tres consultas de enfermería», analiza. O, por ejemplo, que solo existía un ascensor y que, cuando se estropeaba, había que bajar a atender a usuarios de sillas de ruedas que, por otra parte, a veces no cabían por las puertas.
Con La Villanueva esos hándicaps serán cosa del pasado, con un flamante edificio a estrenar. «El cambio es indudablemente a mejor, pero siempre resulta traumático para los trabajadores y para los usuarios, sobre todo los que lleguen de otro centro», recalca el veterano médico. «Ahora se atenderá a más pacientes y en La Villanueva cabe mucho personal. Pero tapar dos sillas con un culo es muy difícil», reflexiona en referencia a la falta de médicos de Primaria.
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