Javier Moreno Luzón, en el centro cultural Gran Vía, antes de su conferencia en Logroño Sonia Tercero
Javier Moreno Luzón I Historiador

«Me preocupan las tendencias autoritarias de hoy, pero el mundo ya no es el de 1930»

El autor de 'El rey patriota: Alfonso XIII y la nación', premio Nacional de Historia, abre el ciclo de conferencias de la Fundación Sagasta

Pío García

Logroño

Martes, 12 de noviembre 2024, 22:41

Javier Moreno Luzón (Hellín, 1967) ha abierto este martes en Logroño el ciclo de conferencias de la Fundación Sagasta, dedicado a las nuevas biografías históricas. Moreno Luzón, catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos de la Universidad Complutense, escruta la figura del rey Alfonso XIII desde ángulos poco explorados.

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– Aborda usted un personaje muy controvertido. Blasco Ibáñez comparaba a Alfonso XIII con Fernando VII, «simpático, taimado y cruel». ¿Encaja en ese molde?

– Es, en efecto, uno de los personajes más controvertidos de la Historia de España en el siglo XX, también de los más poderosos, y tomó algunas decisiones muy polémicas. La que marcó su reinado fue el respaldo al golpe de Estado del general Primo de Rivera en 1923, que dio lugar a la primera dictadura militar de la España del siglo XX. Blasco Ibáñez fue uno de sus mayores antagonistas y desde su exilio en Francia lanzó panfletos contra el rey que recorrieron el mundo. Pero a mí me gusta señalar que fue un reinado muy largo, de casi treinta años, en los que España cambió mucho. También Europa cambió mucho. El propio monarca pasó por muy distintas etapas y en algunas de ellas fue extremadamente popular. No se puede dar, por lo tanto, una imagen única, sino variable y con muchos matices distintos.

– Al repasar rasgos de la personalidad deAlfonso XIII resulta inevitable pensar en su nieto, Juan Carlos I. ¿Es una comparación pertinente?

– Hay algunas similitudes, sobre todo de personalidad. Se ha dicho que Alfonso XIII fue el primer rey campechano, accesible, simpático, bromista, capaz de comunicarse con gentes muy variadas. También tuvo muchas aventuras amorosas y se vio implicado en escándalos de corrupción, como Juan Carlos I. Hubo rumores de que estuvo metido en cuestiones turbias, en concesiones a cambio de comisiones... Cosas difíciles de probar pero que afectaron a su imagen.Pero entre ambos hay dos diferencias fundamentales en cuanto a su papel político.

– ¿En qué sentido?

– Alfonso XIII era un monarca constitucional con muchos poderes. Era la cabeza del gobierno, podía despedir a los ministros y disolver las cortes, se ocupó de la política exterior, dirigía el ejército... Algo que no era una excepción en la Europa de su tiempo. Juan Carlos I, sin embargo, recibió todos sus poderes de Franco y estuvo dispuesto a renunciar a ellos para convertirse en un monarca parlamentario con un papel simbólico. Esa es una diferencia importante. La otra es su actitud ante los respectivos golpes de Estado, los de 1923 y 1981. Alfonso XIIIlo validó y dio el poder al jefe de los golpistas, mientras que Juan Carlos Isalió a defender la Constitución.

– ¿Qué circunstancias explican ese apoyo a la dictadura?¿El miedo a la revolución rusa? ¿El desastre de Annual?

– En las distintas etapas que recorrió el rey, fue cambiando de posición. Las revoluciones rusas causaron un gran impacto en él y en buena parte de los sectores más conservadores de la sociedad española y de la sociedad europea. Desde entonces, la amenaza revolucionaria fue uno de los tópicos más repetidos en los discursos de las derechas. Había que buscar fórmulas contrarrevolucionarias y Alfonso XIII pensó que el sistema liberal era débil, incapaz de contener esa amenaza. Incluso barajó la posibilidad de convertirse él mismo en dictador. Compartía los valores de las clases conservadoras que buscaban en el ejército una solución de fuerza. Lo mismo había hecho Victor Manuel III de Italia con Mussolini un año antes. Era el clima de la época.

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– Siempre hemos tendido a estudiar la historia de España como algo excepcional y sin embargo usted señala su íntima relación con los sucesos europeos.

– Absolutamente. Incluso durante la Gran Guerra, en la que España permaneció neutral, lo que estaba ocurriendo en Europa y en el mundo afectó de una manera muy intensa a la sociedad española. Y lo mismo sucedió en la posguerra. En los años veinte y treinta lo excepcional en Europa fue la supervivencia de los regímenes democráticos y liberales.

– En aquellos tiempos cundía la obsesión por encontrar 'cirujanos de hierro' que sanaran un sistema viciado. Cien años después, uno observa la pujanza de la ultraderecha y de líderes como Trump o Putin y siente escalofríos. ¿Estamos regresando a los años treinta?

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– Son circunstancias distintas. El mundo es diferente, las sociedades de los países occidentales también, la España de hoy no tiene nada que ver con la España de entonces..., pero sí que estoy preocupado por las tendencias autoritarias de la actualidad. Se manifiestan de manera distinta que hace cien años. Entonces había movimientos claramente autoritarios que buscaban una dictadura sin más y había sectores de los ejércitos dispuestos a dar golpes de estado. Ahora esto no sucede, pero sí existen fuerzas políticas que en teoría aceptan el marco democrático aunque aspiran a minarlo desde dentro y a socavar las bases de nuestro sistema.

– ¿Qué pesó más en el descrédito de Alfonso XIII? ¿Su vida licenciosa, las sospechas de corrupción, el apoyo a la dictadura?

– La vida licenciosa no le afectó en absoluto porque en esa época, donde primaban ideas machistas, no se tenía por algo vergonzoso. En cuanto a los escándalos de corrupción, sí supusieron un deterioro de su imagen, pero lo que más influyó fue el apoyo a la dictadura de Primo de Rivera. Las monarquías europeas que sobrevivieron a esta época tan convulsa fueron las que aceptaron convertirse en monarquías parlamentarias. Alfonso XIII optó por la alternativa militarista, confesional, nacionalista española y reaccionaria, no pudo ser el rey de todos los españoles. Cuando la dictadura entró en crisis, fue muy difícil que tuviera credibilidad la idea de que el propio Alfonso XIII encabezara la transición hacia un régimen monárquico compatible con la democracia.

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– Para terminar, le devuelvo en forma de pregunta el título de su libro: ¿Un rey patriota?

– Yo lo he titulado así porque es lo que él quería ser y lo que él defendió que había sido siempre. Para legitimar su propio poder, él no recurrió a argumentos tradicionales sobre al dinastía o la identidad de España con la monarquía..., él se veía como un actor capaz de transformar y regenerar España. Alguna vez dijo que si no hubiera sido rey, habría sido un político y de los más apasionados. Esa actividad incesante –los viajes, los proyectos– es lo que le caracteriza. Digamos que fue patriota a su manera. Lo que pudo es ser rey de todos los españoles porque se identificó con unas opciones políticas frente a otras.

- Una última curiosidad: ¿Ha hablado alguna vez con el actual rey Felipe sobre su bisabuelo? ¿Cree que puede extraer alguna enseñanza de su peripecia?

- Lo saludé en la inauguración de una exposición que se hizo en el Palacio Real de Madrid sobre la oficina humanitaria que estableció Alfonso XIII durante la Primera Guerra Mundial. Lo que dijo entonces fue que aquel reinado no había acabado bien. En cualquier caso, como digo, la España de hoy es muy distinta, de forma que tampoco se pueden extraer excesivas enseñanzas de algo tan lejano.

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