Crónicas venenosas

Semiótica de los chalecos

«No aticéis el fuego con una espada» (Pitágoras)

Pío García

Logroño

Domingo, 24 de agosto 2025, 08:38

Si yo fuera un periodista serio, me habría informado de las causas exactas de los incendios, de las condiciones laborales de los equipos de extinción, ... de los planes que rigen en cada comunidad autónoma, de las competencias del Estado y de los gobiernos regionales. Luego habría analizado los datos, expurgado las opiniones de los ingenieros más solventes, encontrado fallos y aciertos en todas las administraciones y, finalmente, redactado las conclusiones con ecuanimidad. ¡Menudo artículo más bueno me habría salido!

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Sin embargo, ustedes no me habrían hecho ni caso y eso ha acabado por desanimarme. No estoy yo para perder el tiempo, y menos en agosto. Basta con asomarse a las redes sociales y a las televisiones para comprobar que la realidad ha dejado de importarnos: para unos el pirómano es Sánchez, que al parecer ha ido cerilla en mano por los pueblos de España con una brigada de ecologistas con perrito, y para otros los culpables son los presidentes autonómicos del PP, invariablemente negacionistas, que se han gastado el dinero de los retenes en festejos taurinos.

El partidismo férreo resulta relajante porque le evita a uno pensar y a cambio puede participar en pingües tertulias. Desde que se acabó 'La clave', los expertos –feos y tristes por definición– han perdido su atractivo y solo se admiten en la medida en que asuman su condición de cuota y sean capaces de repetir las consignas del día sin despeinarse.

Hemos sustituido el análisis ponderado por la caricatura y eso, aunque no lo crean, me hace mucha ilusión. ¡Ese es definitivamente mi campo! Por eso, mientras las llamas se comían parte de España, me he estado fijando en el atrezzo de nuestros gobernantes. Durante estos aciagos días hemos visto desplegarse ante nosotros toda una semiótica del chaleco de emergencias.

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Cuando uno comienza en esta profesión, descubre enseguida el poder del disfraz. Hubo en esta región un momento cumbre, durante el reinado de Aznar, cuando en la antigua estación de trenes compareció el entonces ministro de Fomento, Rafael Arias-Salgado, con una pala mecánica moviéndose a su espalda, para dar inicio solemne a las obras del soterramiento. De aquella pala no se volvió a saber en años, pero esa representación teatral alcanzó unos niveles de efectismo pocas veces vistos en Broadway.

Los incendios han vuelto a poner sobre la mesa la importancia del chaleco reflectante. No es lo mismo ver a Alfonso Rueda, presidente de Galicia, comparecer ante las masas a cuerpo gentil que verlo con esa prenda flourescente, sinónimo de peligrosidad y de zozobra, como si estuviera a punto de coger la mangera y ya viera las llamas asomando por detrás de los pinos. Con idéntico entusiasmo chalequil –aunque en tonos diferentes– apareció luego en su despacho la directora general de Protección Civil, Virginia Barcones, abogada de larga experiencia en concejalías y diputaciones, diríase que minutos antes de salvar con sus propias manos tres pueblos zamoranos y otros tantos leoneses. Barcones escogió el color negro, al igual que María Guardiola, presidenta de Extremadura, que además llevaba bordado el número de emergencias, 112, por si alguien necesitaba llamarla en caso de apuro. Con su elección del negro, ambas dirigentes políticas demostraban la bisoñez flourescente del señor Rueda, al que en realidad parecía que se le había estropeado el coche en la autopista.

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Al presidente Sánchez no se le vio en chaleco, aunque su rostro tiznado, casi carbonizado, de un moreno lanzaroteño, encajaba admirablemente con el paisaje. Le volvió a ganar por la mano, sin embargo, Isabel Díaz Ayuso, que, como advertía el escritor Pedro Vallín, inspeccionó el incendio de Tres Cantos con el uniforme de Lara Croft, lo que desde luego redundaría en la tranquilidad de los vecinos, sabedores de que una superheroína –y no una cualquiera– vela por sus sueños.

Estamos, incuestionablemente, en las mejores manos.

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