En toneladas cúbicas por habitante, probablemente seamos el periódico de todo el mundo que más espacio dedique al tren. Quizá haya algún diario en Wisconsin ... o en Nuakchott que nos gane, pero lo veo difícil. En este empeño no estamos solos: hemos contado durante décadas con la ayuda inestimable del poder político que, gobierne quien gobierne, nos ha alegrado las sobremesas con un sinfín de proyectos, líneas, avisos, anuncios, infografías, fotos, visitas ilustres, promesas, mapas con líneas de colores, palas excavadoras alquiladas por un día, simpáticos teatrillos.
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Acudir a la hemeroteca siempre resulta fascinante, pero en este caso uno oscila inevitablemente entre la sonrisa y el estupor; cada página de periódico adquiere la brumosa consistencia de un universo posible que, por algún extraño maleficio, no ha llegado a concretarse. Por lo que se ve, somos los riojanos gente muy sugestionable: sale un tipo, a ser posible consejero o director general, con un mapa y un rotring y ya estamos contentos, pensando en ese futuro lleno de oportunidades que indudablemente nos espera. «Aquest any sí!», gritaban los aficionados del Barça en la época de Núñez, cuando no ganaban ni la Copa de la Generalitat. «¡Este año sí!», gritamos los riojanos cuando vemos un informe oficial con cuatro rayas mal trazadas y un cronograma decididamente ambicioso.
Esta semana hemos tenido la dicha de vivir dos momentos singulares. En el año 2021, las fuerzas políticas y sindicales de la región firmaron un acuerdo en el claustro alto del Parlamento. En el convento de la Merced, con la solemnidad de un 'te deum' y bajo los oficios sacerdotales de la presidenta Andreu, La Rioja entera (o casi) se unió para pedir al Gobierno central una alternativa ferroviaria de alta velocidad que discurriera paralela a la autovía A-12 y que permitiera la conexión con el AVE por Pancorbo. ¡Qué insólito consenso! ¡Qué instante feliz! ¡Qué risas en el Ministerio cuando recibieron el documento!
Luego, como para excusarse, en Madrid encargaron a un técnico que estudiara por encima una alternativa surrealista, que nadie había propuesto, pero francamente pintoresca: una vía férrea que fuera hasta Haro y que luego, inesperadamente, como si no quisiera bajo ningún concepto acabar en Miranda, girara hacia Pancorbo. Uno empieza a sospechar que todos los ministros de Transportes de la democracia quedan una vez al mes en algún restaurante para contarse sus batallitas y que, en esas comidas de hermandad, los riojanos –tan graciosos e inofensivos– somos sus leperos.
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Aquello estuvo bien, qué duda cabe, pero la hemeroteca, venero infalible de cómicos recuerdos, aún nos reservaba esta semana otro hilarante ejemplo. El rechazo ministerial a la alternativa propuesta por La Rioja obliga (o, mejor dicho, obligaría) a continuar con el soterramiento. ¡El soterramiento! ¡Pero si casi nos habíamos olvidado de él! Es verdad que, en Logroño, si uno decide sucidarse arrojándose al tren tiene más posibilidades de morir antes de hambre que arrollado, pero ahí sigue la vía, tan campante, cruzando la ciudad de este a oeste, con frecuencia a cielo abierto. De las fases II y III no se ha vuelto a saber nada, y eso que en el año 2004, cuando se presentó oficialmente la planificación del soterramiento, se calculaba que para el año 2009 toda la vía férrea habría desaparecido de Logroño.
Los bebés que nacieron en 2009 ya están en primero de Bachillerato, bebiendo calimochos. Y el Ayuntamiento acaba de reformar la pasarela metálica «provisional» que hace 24 años se tiró, mal que bien, entre las calles Gonzalo de Berceo y Fuenmayor. ¡Con razón alguien dijo que nada hay más definitivo que lo provisional!
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