La consejera de Salud, María Martín, el pasado jueves en el Parlamento Juan Marín
Crónicas venenosas

A ellas las atienden muy rápido

«Luego me darás a beber solo dos tragos del bálsamo que he dicho, y verasme quedar más sano que una manzana» (Miguel de Cervantes, 'Don Quijote', capítulo X

Pío García

Logroño

Domingo, 5 de octubre 2025, 08:29

No envidio la suerte de las consejeras de Salud. En todos los trabajos hay alguien al que le toca la labor más ingrata y dura, ... la más expuesta, la que da muchos sinsabores y pocos reconocimientos. Le pasó a Sara Alba, le pasó a María Somalo y le pasa ahora a María Martín. Por las tres siento respeto.

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Me las imagino en los consejos de gobierno mirando con envidia a sus compañeros, bendecidos con carteras de mayor lucimiento y menor sudoración. ¡Cuánto daría María Martín por ser Pérez Pastor y pasarse la vida anunciando exposiciones y restauraciones monumentales! No quisiera abrir una grieta en la armonía del Ejecutivo, pero resulta sangrante que cobren lo mismo. Yo me declaro disponible para ser consejero de Cultura en cualquier gobierno, pero jamás –¡ni por todo el oro del mundo!– me sentaría en el despacho principal de la Consejería de Salud.

El pasado jueves, en el pleno del Parlamento, hubo un momento que me hizo sonreír. Somalo, exconsejera, le deseó una pronta recuperación a su sucesora, María Martín, que compareció con mascarilla, visiblemente enferma. La diputada socialista le recomendó paciencia a la hora de pedir cita y, con cierta malicia, le recordó el lema que parece presidir la sanidad riojana: «El tiempo todo lo cura».

La interpelada cogió el micrófono y le aseguró a su antecesora que le habían atendido en veinticuatro horas, y eso sin decir su nombre. La réplica me resultó familiar: ¡Eso mismo me contestó hace tres años Concha Andreu cuando le pregunté por la demora en las citas de Atención Primaria!

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Da la impresión de que a las consejeras y presidentas, aunque llamen de forma anónima, les responden a la primera y las atienden con gran celeridad, mientras que los demás ciudadanos, seguramente por culpa nuestra, quizá por no acertar con el botón correcto o por haber escogido mal la fecha del catarro, nos vemos sometidos a un purgatorio de esperas prolongadas y llamadas infructuosas.

Suceden cosas raras en la sanidad riojana. Espero que, aunque ahora se haga la longuis, la señora Martín las conozca porque, de otro modo, apaga y vámonos. En los últimos años he sido testigo de algunos acontecimientos inexplicables. A una persona muy cercana, por ejemplo, se le detectó un glaucoma, se le atendió bien, se le dijo que se le citaría posteriormente para revisión... Y de pronto desapareció de las listas. Nadie le volvió a llamar jamás y los intentos por encontrar una nueva cita derivaron en una pesadilla burocrática.

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Lo mismo sucedió con otra persona, también muy cercana, que sufre degeneración macular temprana. Al diagnóstico primero le siguió el vacío, la soledad y una insidiosa e infructuosa pelea con los servicios administrativos en busca de una fecha disponible. Por desgracia, el tiempo no cura ni el glaucoma ni la degeneración macular, así que en ambos casos se vieron obligados a acudir a la sanidad privada.

Yo no he llegado a tanto (aún), pero cada cierto tiempo se olvidan de que cada cuatro meses tengo que pasar revisión con el neurólogo y debo plantarme en el hospital a tratar de convencer a una señora con bata de que me están pinchando una cosa rara para las migrañas y alguien tiene que echarme un vistazo.

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Puede que sean simples negligencias o síntoma de un caos organizativo o un modo sibilino de arrojar lastre por la borda, pero debemos evitar el desánimo. A la consejera le atienden a la primera. Estamos en el buen camino.

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