Los pantanos riojanos viven el mejor invierno de la última década
Mansilla, Pajares y González Lacasa almacenan a mediados de febrero un 26% más de agua que la media desde 2006
El invierno ya ha traspasado su ecuador y la promesa de la primavera resulta cada vez más cercana. Un buen momento para echar un ... vistazo a las reservas con las que se podrá pasar el verano. Y, en estos días y a la espera de lo que depare el siempre caprichoso astro, la clave del campo está en los pantanos.
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Las noticias, después de años marcados por la irregularidad, son muy positivas. Si se suma el agua embalsada por los tres grandes pantanos riojanos con más historia (Mansilla, Pajares y González Lacasa), hay que remontarse a 2015 para encontrar un año mejor. A 14 de febrero de este 2025, Mansilla cuenta con 60,23 hectómetros cúbicos almacenados, Pajares suma 26,05 y el González Lacasa cuenta con 25,27. En total, 111,55 hectómetros cúbicos, cuando la media de las dos últimas décadas se ha situado en 88,14. Es decir, en este 2025 sin grandes aportaciones de nieve pero con bastantes lluvias invernales, estos embalses cuentan con un 26,78% más de agua que la media desde 2006, según los datos de la Confederación Hidrográfica del Ebro.
Enciso también suma
Además, se da la circunstancia de que Enciso guarda otros 20,95 hectómetros cúbicos. Con este embalse todavía es pronto para hacer comparaciones. Ha concluido su fase de pruebas y desde hace poco más de un año está en activo, pero sus datos están viciados por las propias fases de carga (para comprobar su estabilidad es obligatorio llenar y desembalsar en repetidas ocasiones).
Por ejemplo, en febrero de 2023 se encontraba casi lleno (45,19 hectómetros, cuando su capacidad total es 46,2) y en febrero de 2024 prácticamente vacío (3,43). A pesar de estas vicisitudes, sumando Enciso los pantanos riojanos también estarían en su mejor registro de la última década.
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Los buenos datos, perceptibles diariamente con la entrada de agua a los pantanos, son una garantía de agua de boca y riego para el verano. Pero, al mismo tiempo, representan una advertencia sobre la irregularidad de una cuenca del Ebro que sufre con los vaivenes climatológicos y el calentamiento global. No hay que irse demasiado lejos para recordar el verano de 2023, cuando la cosecha de frutales a punto estuvo de perderse por la sequía o los aún recientes 2017 y 2018, cuando en febrero apenas había embalsados 58 y 47 hectómetros cúbicos de agua.
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