A la espera Juan Marín

Veinte horas en Urgencias

Un sistema que tortura así a sus usuarios solo tiene un diagnóstico: no funciona

Pablo Álvarez

Logroño

Domingo, 31 de agosto 2025, 08:57

Lunes Salud

Veinte horas en urgencias

Entre los últimos días de la semana pasada y los primeros de esta me pasé veinte horas en Urgencias. En dos tandas: una de 8, otra de 12. Piénsenlo: de las cuatro y media de la tarde a las cuatro y cuarto de la madrugada. Y no fuimos por capricho, saben. La primera vez nos llevó una ambulancia, la segunda nos envió el médico de cabecera.

Quiero decir que teníamos que estar allí, porque últimamente siempre que se habla de este tema el culpable parece ser el usuario. Que sí, seguro, ... habrá quien acuda por un resfriado, pero no me creo que la mayoría se enfrente al calvario que desde hace un tiempo son las Urgencias del San Pedro sin tener necesidad imperiosa.

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Teníamos, digo, que estar allí. Éramos una urgencia, pero no una emergencia. O sea, condenados a esperar, aun en la relativa comodidad monitorizada de un box y no en la atestada y desesperada sala. Pasaron tres horas antes de que la doctora de urgencias pudiera pasar a vernos. Otras cinco antes de que supiéramos nada más, con la llegada de un especialista al que no sabíamos que se había llamado para ver el caso. Y otras tres en salir después de que ese médico nos diera el diagnóstico.

De todo esto poca culpa pueden tener los profesionales, siempre encantadores. Quizá algo más de información al paciente de qué estaba pasando no hubiera estado mal, pero todo acaba en lo mismo: demasiada gente para poco personal.

Yo entiendo que esto es difícil de gestionar. Y que el Seris se enfrenta a dificultades casi insalvables, la mayor de las cuales es la falta de profesionales. Pero es algo que debemos reflexionar como sociedad. Esto, así, no funciona. No deberíamos tener otra prioridad más alta, y toca pedir al Gobierno que ponga en manos del Seris los medios que se precisan para evitar esto.

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Porque otras cosas sí han mejorado. Hay esperas de especialista que se han acortado en los últimos tiempos. Y servicios nuevos, como el de enfermedades raras, que son un acierto. Pero lo más grave de todo, el tándem Primaria-Urgencias, definitivamente no.

Los usuarios tenemos memoria de cuando, hace no demasiado, si uno no conseguía cita en su médico al día siguiente le parecía un escándalo. O cuando cuatro horas en Urgencias era una barbaridad.

Un poco antes de las cuatro de la mañana me despedí de la médica. «Ánimo con la noche», le deseé. Desde la puerta me echó una mirada triste: «Pinta terrible». Sí, doctora. Si sigue empeorando, esto pinta terrible.

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Lunes Gaza

El método del terrorista

En esto de Israel y Gaza hay un malentendido generalizado. Como en este mundo no podemos pasar un minuto sin elegir bando, parece que quien condena las burradas que hace Israel en Gaza es inmediatamente, y a la vez, un nazi antisemita y un partidario de Hamás. Y al revés también vale: cualquier recuerdo de las virtudes que tiene Israel y su historia te convierte también en nazi, pero de otro tipo.

Al final, en un laberinto así uno intenta tomar un criterio simple: contra la crueldad. Y ahora mismo, Israel ha cogido firme el monopolio de ser lo más cruel posible contra la población de Gaza.

Miren lo del lunes. No sólo atacó el ejército hebreo un hospital, sino que cuando se agolpaban allí los medios de emergencia y periodistas para ayudar y contar lo sucedido, volvió a atacar para hacer más daño.

Es el método del terrorista. Lo usaba ETA contra los guardias civiles, por ejemplo. Es la crueldad hecha política. Y nadie debería defenderlo.

Martes Manolo

Manolo se fue

Antes de que me diera por otras cosas, la banda sonora de mi infancia era la del casete del coche de mis padres. Y allí había dos reyes: Mocedades y el Dúo Dinámico. Luego mis hermanos mayores crecieron y llegaron otras cosas. Pero me sé todas las canciones de los vascos, y todas las de Manolo y Ramón.

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Un patrimonio de niñez inmarcesible, elevado siempre, intocable e independiente de años e incluso de las personas que las cantaban. Pero lo sentí más de lo que pensaba. Descanse en paz Manolo, que murió al final del verano.

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