La nueva realidad de los negocios pegados a la carretera: «Ha sido un bajón increíble»
Restaurantes, hoteles y gasolineras reflejan la reducción de ingresos y personal cinco años después del desvío obligatorio
«Si los camiones no pasan, no entran». Una lógica que resume el sentir de los negocios pegados a la N-232, que en diciembre ... de 2017 se vieron forzados a una reinvención. La excepción a que los transportistas puedan salir a la nacional a dormir, comer o repostar no es suficiente para acercarse a lo que era antes su día a día. Muy alejados de ello, con ingresos mermados y ajustes de plantilla, hoteles, restaurantes y gasolineras afrontan su nueva realidad.
«Día a día nos hemos adaptado», afirma Claudia Escalada, gerente del Área de Calahorra, asumiendo las dificultades que encuentran los camioneros para acceder a sus instalaciones: «Tiene que salir, venir hasta aquí, dar la vuelta y volver... unos 30 kilómetros más». Su gasolinera permanece siempre abierta, pero ese horario de 24 horas que antes mantenían en el bar ya no existe, la clientela ocasional no aparece como hace años. Para muestra, Escalada ofrece un dato: «En la gasolinera, de 10 millones de litros que vendíamos al año hemos pasado a 3 millones. De un día para otro nuestras ventas se redujeron».
Otro de los puntos emblemáticos de la N-232, el hotel Zénit de Calahorra, ha vivido recientemente un cambio de propiedad que asume esa «convivencia con una situación conocida», señala Ignacio Ruiz, su responsable, que pese a llevar poco tiempo al mando del negocio asume que «nada tiene que ver con el pasado, cuando estaba todo el parking lleno de camiones constantemente». No como antes, pero los transportistas, reconoce, siguen siendo clientes clave para el hotel, por lo que mantiene para ellos tarifas especiales y servicios como las duchas.
«En la gasolinera, de 10 millones de litros que vendíamos pasamos a 3 millones», apuntan en el Área de Calahorra
A la entrada de Agoncillo, en el restaurante El Molino, otra parada habitual en la ruta de los camioneros, Miguel Ángel Vallejo recalca que «hay muchos camiones que salen para comer aquí, pero otros... Si no pasan por delante, no entran». Relata que en estos cinco años desde el desvío de los vehículos pesados a la autopista han sentido «un bajón increíble». «Trabajamos bastante menos y con la mitad de personal. Vienen a comer trabajadores de El Sequero, pero no tiene nada que ver con lo que era antes», explica Vallejo.
El día a día a pie de N-232 «cada vez es más duro y tenemos que tratar a cada cliente lo mejor que sabemos», concluye Escalada desde el Área de Calahorra. Cuestión de supervivencia.
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