Natividad cumple 106 años
Nacida en la aldea Treguajantes de Soto en 1919, la camerana, que ha vivido en Logroño y Briviesca, desvela que su secreto es «trabajar y estar bien, tener ánimo»
Natividad Reinares Martínez cumple este sábado 106 años. Nacida el 29 de noviembre de 1919 en la aldea Treguajantes de Soto en Cameros, ... de niña cuidó de sus nueve hermanos mientras su padres se dedicaban a las labores del campo y la ganadería. Después, a los 14 años bajó a Logroño y ejerció de sirvienta y de niñera. Como una de las familias para las que trabajó veraneaba en Briviesca, allí conoció al que fue su marido y se estableció en Burgos.
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Natividad tuvo dos hijos, cuenta con cuatro nietos y dos biznietas. Ella llega andando, ayudada de su tacatá, a su propia fiesta, para envidia de los compañeros de residencia que, más jóvenes, la observan mientras realizan ejercicios de rehabilitación. Aparece en la celebración de su cumpleaños en la residencia de mayores Bouco Las Gaunas de Logroño después de pasar por la peluquería y la manicura. Reconoce que le gusta jugar a las cartas y que come de todo, aunque poco. «No soy caprichosa», asegura. También afirma que no guarda un secreto que explique su longevidad, tan solo describe que es cuestión de «trabajar y estar bien, viva, tener ánimo».
Natividad tiene un hijo, José Luis del Campo, que el día anterior al suyo cumple 72 años. Él añade que a su madre le gusta dormir mucho y que cuando salen a pasear pueden recorrer 2 kilómetros. Tan bueno es su estado y tan envidiable es su salud, que José Luis cuenta una anécdota: «Hace dos años tuvo una gripe muy fuerte y fue ingresada en el hospital. Allí la doctora vino muy preocupada porque no encontraba el historial médico de mi madre, pero porque no tenía. Nunca había estado ingresada ni se había puesto mala. Y ahora no toma ni una pastilla. El médico le ha quitado la media que tomaba para el azúcar».
Natividad apunta que tampoco ha fumado nunca y el alcohol ha sido muy ocasional. «Igual he tomado alguna copa en un bautizo, para brindar, pero no me gusta», admite. De todos sus hermanos, todos muy longevos, superando los 85 años, ella es la mayor, aunque cuatro hermanas son las que perviven. «Ella cuidó de sus hermanos pequeños siendo niña. Tal es así que en el pueblo decían: 'Cómo le va a quitar los mocos ella a los demás si aún hay que quitárselos a ella'», cuenta José Luis. Y Natividad recuerda que se encargaba, incluso, de la comida: «Había que echar al puchero lo que me mandaban». Y, después, llevarlo a sus padres.
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Natividad recuerda otra anécdota en aquellos viajes, cuando, acompañada de un burro que la ayudaba con la carga, ella no se atrevió a cruzar una riada y, sin embargo, el animal sí, por lo que quedaron cada uno a un lado, y aún celebra que el asno no se marchara y se perdiera. Del pueblo añora cómo jugaba con los otros niños y también aprecia cómo ha cambiado desde que se marchó. Hace cuatro años regresó y comprobó que, tras la despoblación que sufrió la aldea en los años 70, ahora ha cobrado nueva vida y hasta se ha arreglado la iglesia.
Natividad opina que actualmente «hay más comodidades para hacer las cosas, se vive mejor ahora, no hay duda». Una guerra mundial, otra civil, una dictadura y varias pandemias avalan su testimonio, ya con 106 años de experiencia.
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