Eduardo Torres coge su coche en Cervera para acudir a Inestrillas, donde el fin de semana se celebraron las fiestas de la Natividad. SANDA

De misa en misa

Eduardo Torres atiende con otros tres sacerdotes casi veinte pueblos del Alhama-Linares: «Gracias a Dios no coinciden todas las fiestas el mismo día»

Lunes, 25 de agosto 2025, 07:36

La iglesia católica sufre una falta de sacerdotes autóctonos en La Rioja y muchos curas se ven obligados a multiplicarse para atender las necesidades pastorales ... de sus fieles. «No se trata de ir detrás de los acontecimientos para simplemente conservar lo que tenemos, sino de entender esta crisis de sociedad, sobre todo de Occidente, como un desafío para la renovación de la Iglesia», explica el párroco del Alhama, el cerverano Eduardo Torres. Para poder acudir a todos los pueblos del valle debe concentrarse en lo esencial, cuidar las celebraciones y mantener el orden y la disciplina. «Así vas llegando a la gente; lo peor sería ponernos nerviosos», afirma.

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La diócesis echa mano de sacerdotes extranjeros que estudian en Pamplona y que pueden estar sirviendo aquí gracias a un acuerdo entre el obispo de su país y el de La Rioja. Torres cuenta con el apoyo de un coadjutor (vicario parroquial), Juan Ramón Montalván, de Nicaragua, país en el que el catolicisimo sufre actualmente persecución. Se ocupan de Cervera del Río Alhama (Santa Ana, San Gil y capilla de la residencia), Cabretón (parroquia y convento del Carmen), Valdegutur, Valverde, Aguilar del Río Alhama, Inestrillas, Navajún y Valdemadera. El párroco es además vicepresidente del patronato de la Fundación Hospital de la Purísima Concepción y Don Felipe Ochoa, que gestiona la residencia de ancianos de Cervera. «Estamos en una zona con despoblación e intento cuidar los templos y tradiciones. Gracias a Dios no coinciden todas las fiestas el mismo día», añade.

«Más que una dificultad, lo veo como un reto ya que nos permite integrar a los laicos. Los seglares que hay en cada lugar tienen la posibilidad de echar una mano. La Iglesia es de todos. El cura pasa y la comunidad se queda, y esta situación da la oportunidad para que sea una Iglesia menos clerical la que dejemos el día de mañana y no lamentarse de que estamos pocos o muchos», destaca y deja claro que antes el sacerdote se encargaba de muchas cosas que hoy en día puede dejar en manos de la comunidad.

«Quiero que los horarios de misa sean amplios para que el sacerdote no tenga que salir corriendo de una parroquia a otra»

Eduardo Torres

Párroco del Alhama

En las parroquias del Linares ayer comenzó su labor Jesús Manuel Antoñanzas. Se ocupa de Igea, Cornago, Valdeperillo, Rincón de Olivedo, Grávalos, Las Ventas de Cervera, además de Muro de Aguas y Villarroya. Tiene como coadjutor al padre Nelvis Ramiro Reyes, también de Nicaragua.

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La comunicación entre los cuatro resulta esencial para poder atender a todos los municipios. Torres señala que le ayuda mucho elaborar la hoja parroquial con los horarios de la quincena. Entonces toma la decisión de mantener las fechas y horarios principales y modificar otros secundarios para poder llegar a todo. Ocurrió por ejemplo en San Isidro, cuando primó la fiesta de Cabretón al ser copatrón del pueblo y cambió al domingo más cercano la de Valverde, lo mismo que a nivel municipal las fiestas de Valverde, Inestrillas o Navajún son celebraciones trasladadas. «La flexibilidad es vital porque tenemos al menos tres misas diarias en el Alhama, más los entierros, que no son pocos, tanto de la gente que reside en nuestros pueblos como los de fuera que se entierran aquí», comenta.

«Se ha terminado el cristianismo confortable de que todo el mundo quiere la misa a las 12.00 para luego tomar vermú. Ahora tenemos que jugar con que en algunos sitios se celebrará el sábado por la tarde (la víspera) o en horarios más tempranos o tardíos. Si tratas igual a todos, aunque tengan que ceder, la gente lo comprende», asegura Torres.

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«Se ha terminado el cristianismo confortable en el que todo el mundo quiere misa a las doce para luego tomar vermú»

En el antiguo arciprestazgo del Alhama-Linares (hoy se han agrupado los nueve arciprestazgos de la diócesis en cuatro para facilitar su organización), diez años atrás prestaban servicio siete sacerdotes y hace quince, nueve. Los cuatro actuales de la comarca cerverana deben hacer encaje de bolillos para llegar a todo. Viajan mucho y tienen en cuenta que tampoco es cuestión de correr, sino de organizarse de tal manera que no se jueguen la vida en la carretera: «Llevo tiempo luchando para que los horarios entre las misas sean lo suficientemente amplios para que el sacerdote no tenga que salir corriendo de una parroquia a otra y le de tiempo a saludar y a estar con la gente, y preparar otras celebraciones puntuales como algún bautizo, boda o entierro. Es decir, que la visita a la comunidad sea un encuentro y no un llegar e irse», indica Torres.

En ese sentido, prima la atención adecuada a los feligreses y evitar riesgos con el coche en los traslados. Por ese motivo, dispone de una hora y media entre una misa en un pueblo y otra en el siguiente. Los devotos colaboran en labores de limpieza y otros detalles, como tocar las campanas. Otra medida consiste en dividir las funciones. Mientras el párroco lleva la administración y la burocracia, el coadjutor se encarga de la catequesis y de las visitas a los enfermos, aunque los dos se ocupan de las ceremonias religiosas. Esto es así tanto en el Alhama como en el Linares.

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En la Universidad y en América

Eduardo Torres tiene 62 años, tres carreras, dos doctorados y se ocupa de Cervera, su pueblo natal, desde el verano de 2023. No ha abandonado la docencia en la Universidad de Navarra y durante el curso, una mañana a la semana, en sus horas libres, acude a Pamplona porque considera el trabajo intelectual algo importante para la salud mental. «Además, el contacto con los sacerdotes jóvenes te mantiene el alma joven, sino sería un viejo regañón», dice entre risas.

En una situación en la que están pocos sacerdotes, considera que «lo importante es no quemarse». «Hay que tener paz para dar paz», sentencia. Viajar de un pueblo a otro no es nuevo para él. En Puerto Rico estuvo quince años. Durante su estancia en la isla caribeña fue vicerrector del seminario, director de Teología de la Universidad Católica en Ponce y tenía que atender a diferentes comunidades pertenecientes a una parroquia de 50.000 personas. Decía tres misas el sábado y cuatro el domingo en capillas de poblaciones que alcanzaban en total los 15.000 habitantes, más del triple del Alhama-Linares.

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