La Rioja ha perdido dos de cada tres cabezas de ganado ovino en lo que va de siglo
La crisis de la ganadería extensiva también afecta de lleno al caprino, que se ha reducido a la mitad en 25 años
Hubo un tiempo en el que la oveja era el motor de La Rioja. Tiempos del Honrado Concejo de la Mesta, lanas, hilaturas, cañadas, cuerdas ... y cordeles. Décadas de exportación y dinero, madejas que se devanaban y convertían millones de finísimos pelos de oveja en pétreas casas blasonadas que todavía jalonan multitud de municipios de la sierra riojana.
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Hoy el panorama es distinto y desolador para un sector que vive en crisis y cuyos rebaños parecen lanzar unos últimos balidos agonizantes. La Rioja ya no es lugar para la ganadería extensiva. En lo que va de siglo, la comunidad ha perdido dos de cada tres ovejas y la mitad de sus cabras. Cada pastor que se jubila o que renuncia, hastiado, a un trabajo de sol a sol los 365 días del año, no encuentra a nadie que le releve. Y el número de cabezas de ganado cae a un ritmo alarmante: en los últimos cuatro años se han perdido 20.000 ovejas.
El declive es evidente. Remontarse al Catastro del Marqués de la Ensenada de la mano de Elías y Muntión es comprobar como, a mediados del siglo XVIII, en la región se contabilizaban 266.682 ovejas merinas. Y en el desglose del 'Memorial de concordia entre la Mesta y Extremadura' de 1783 se observa que poblaciones como Villoslada contaba con 51.294 cabezas, Lumbreras guardaba 42.358 o Ezcaray, 29.954.
Hojear la estadística del Gobierno de La Rioja de los últimos treinta años es otro cantar. La comunidad comenzó el siglo con 185.389 ovejas y 11.996 cabras. En 2024, último analizado, eran 55.010 las cabezas ovinas, casi las mismas que en Villoslada hace dos siglos, y 6.366 las caprinas.
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La explicación de este debacle es múltiple. En primer lugar, la dureza del trabajo y esa falta de relevo generacional que iniciativas como la Escuela de Pastores de Brieva no han conseguido paliar (tampoco en otras regiones se ha hallado un torniquete para esta sangría). En segundo lugar, las puramente económicas y que afectan a toda la ganadería extensiva: la bajada de la rentabilidad. Y, además, otro reguero de causas que van desde la burocracia al nulo valor de la lana pasando por la competencia de mercados exteriores.
Miguel Ángel Fernández Mayayo, ganadero con 25 años de experiencia, lo sintetiza así: «El sector está en peligro de extinción y también los profesionales, que tenemos una edad media por encima de los 60 años». «Los que seguimos es porque, como digo yo, estamos 'drogados' por este trabajo, porque lo amamos. Si no, es imposible», recalca.
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Es el ovino de carne, el puramente extensivo, el que más está sufriendo el prolongado declive de una ganadería que cada vez tiende más a la estabulación. Y eso se nota en el medio ambiente. «Las ovejas desbrozan el monte. Comen entre cuatro y cinco kilos de materia seca al día, multiplica eso por 365 días y por un rebaño entero», avanza Mayayo. «El Gobierno de La Rioja paga a empresas para desbrozar mecánicamente. ¿No se podría incentivar hacerlo de manera ecológica y verde?», se lamenta el también responsable de ARAG-Asaja, que considera que se está desaprovechando un importante recurso para luchar contra los incendios, en unos veranos cada vez más complicados. «La sociedad no sabe la labor que hacen los rebaños en el campo y en el monte», añade.
«El Gobierno de La Rioja paga por desbrozar mecánicamente. ¿No se podría hacerlo de manera ecológica y verde?»
Miguel Ángel Fernández Mayayo
Ganadero
Uno de los últimos puyazos al sector ha venido por el descenso del precio de la lana, que de un valor por encima del euro ha pasado a ser materia inservible. «Esta semana he tenido que pagar por esquilar. Se han llevado la lana por cinco céntimos y gracias. Da para pagar el almuerzo de los esquiladores», recalca Fernández Mayayo. «Y hay ganaderos que la tienen acumulada desde hace dos o tres años», abunda. Los intentos de organizaciones como Asaja para que se regule la lana como enmienda orgánica, un abono, para el suelo, para que por lo menos los productores no tengan que cargar con los costes de almacenaje y gestión.
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Cervera e Igea
Así que el futuro del sector no parece nada halagüeño, aunque la presencia de este tipo de ganadería en algunos municipios sigue siendo importante. Es en Cervera del Río Alhama donde más ovejas están censadas (5.570), seguida por Herce y Cornago. Mientras, en Igea se radica una de cada seis cabras riojanas, por delante de Alfaro y Soto en Cameros. Pero, si nada cambia, las ovejas riojanas acabarán estudiándose en los libros de historia.
«Hay que hacer un llamamiento social porque no se valora el sector primario que tenemos, ni la ganadería ni la agricultura. No se valora al agricultor ni al ganadero, que da de comer a la población tres veces día. Cuando falte y lo tengamos que traer de fuera, a ver qué pasa», concluye Fernández Mayayo.
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