'El expreso de Tokio', de Seicho Matsumoto. L.R.

El trazo de una raya en el agua

Gacetilla de un tipo confinado (XLIV) ·

La nueva normalidad será poco a poco menos anormal hasta que regresemos a un pasado que rozamos con los pétalos de la memoria

Miércoles, 29 de abril 2020, 08:12

La 'cosa' de la desescalada –palabro feo donde los haya– será asimétrica y tendrá fases. La nueva normalidad será progresivamente menos anormal hasta que algún día regresemos al pasado. O lo que es lo mismo: al mundo de hace poco más de un mes, tan cercano que lo podemos tocar con los pétalos de la memoria pero tan lejano como la cara oculta de la luna. La fases son tan complejas y en apariencia tan enrevesadas y milimétricas como la trama de una de las pocas novelas de literatura negra que he leído en mi vida: 'El expreso de Tokio', del japonés Seicho Matsumoto, un recorrido en los trenes bala nipones de los años cincuenta persiguiendo a un asesino invisible que deja huellas tan débiles como el trazo de una raya en el agua.

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Todo es indeleble en ese Japón límpido, modernista y posnuclear excepto el horario de los trenes, que configuran un enjambre inabarcable y profuso de paradas, rutas, escalas y conexiones en un sinfín de tramos precisos que funcionan como un damero infalible: «Salió de Tokio a las 18.30, pasó por Atami a las 20.00, por Shizuoka a las 21.01, por Nagoya a las 23.21 y llegó a Osaka a las dos de la madrugada del día siguiente. El recibo del vagón restaurante es del día 14 y la última estación en la que se detuvo el 'Sakaze' ese día fue Nagoya a las 23.21».

Hacía mucho frío aquella madrugada del 21 de enero. Un tipo paseaba por la orilla de la ensenada de Kashii, la superficie del mar estaba cubierta por una capa lechosa de niebla. A lo lejos se presentía la isla de Shika, pero no iba a recoger algas. Iba azorado para llegar puntual a su turno de operador manual en una fábrica de Najima. Acortaba el camino por una zona de rocas y de pronto se encontró dos cuerpos, inmóviles pero abrazados. El viento azotaba sus ropas y removía sus cabellos. Eran los cadáveres de Kenichi Sayama, subdirector de la sección X del ministerio X, y de una muchacha llamada Toki. Parecía un doble suicidio, pero en Japón nada es lo que parece.

Hacía mucho frío la madrugada del 21 de enero y la superficie del mar estaba cubierta por una capa lechosa de niebla

En 'El expreso de Tokio' no hay prisa. Como lector asumí que estaba en Japón. En la cuestión de desconfinamiento no debe haberla; asumamos que estamos en España. Seicho Matsumoto es un escritor meticuloso y España es un país imprevisible. La leí con tiempo, deteniéndome en cada parada del tren bala y tomando aire en los arcenes.

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