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Justo Rodriguez

Quedarse en casa

Logroño en sus bares ·

La razón científica tiene cosas que nuestro corazón logroñés no entiende. Ir de bares, en esta ocasión, se había convertido en sinónimo de irresponsabilidad

Jorge Alacid

Logroño

Viernes, 13 de marzo 2020, 21:31

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Recuerdo haber ingresado una noche de frío feroz en la calle Laurel preguntándome, con la nieve a la altura de las canillas, si habría algún bar abierto (lo había: el Donosti del gran Juanito y familia). Recuerdo una tarde sentado en el ventanuco del viejo Tivoli (aquel estupendo paso de paloma) sopesando si entraba o no en la Laurel porque un bochorno infame azotaba Logroño y temía que no hubiera ni un bar abierto en medio de la canícula dominical (y lo había: el antiguo La Simpatía). Recuerdo haber ido por la calle Laurel la noche del 23F preguntándome si algún otro parroquiano se habría animado y en efecto: los fieles del desaparecido Bambi vimos allí a Jordi Pujol por la tele, muertos de risa. Recuerdo haber peregrinado por las barras de confianza en medio de circunstancias ambientales y/o personales nada propicias, tal vez porque en esas condiciones sirve de manera más adecuada la terapia que aguarda en nuestros bares favoritos. Recuerdo haberme ido de bares en todas las estaciones del año, así en Logroño como en otros pagos, porque se trata de un entretenimiento (uno de tantos, no el único) irresistible, donde se esconde la sustancia genuina de los días: celebrar la vida.

Y no recuerdo por lo tanto ninguna otra ocasión en que hubiera tenido que contener ese mandato, esa tentación. El dichoso virus, como supondrá el improbable lector, se combate según las más prestigiosas mentes de nuestra generación evitando el contagio que genera la vida social, tan riojana.

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