'Primero de poeta', de Patricia Benito. L.R.

'Morenika a mi me yaman'

Gacetilla de un tipo confinado (XLIX) ·

Al fin encontré el libro que se me resistió ayer en el desorden de mi biblioteca atestada de volúmenes que mis hijos jamás abrirán

Lunes, 4 de mayo 2020, 08:17

El cielo azul por fin ha desembarcado en el horizonte. Las tardes de domingo aún mantienen pliegues de resaca, siesta y sueño. El mundo ha demostrado que existen dos clases de personas, los que madrugan para correr o caminar, los que lo hacen al atardecer y los que prefieren extender su aislamiento voluntario como rebeldía individual ante los mandatos institucionales de evacuación pautada para que no termine de sobrarse el capítulo de la paciencia ciudadana. Hay días en los que me parece escuchar menos aplausos...

Publicidad

Poemas y música. Al fin encontré el libro que se me resistió ayer en el desolador desorden de mi biblioteca atestada de volúmenes que mis hijos jamás abrirán. 'Primero de poeta', de Patricia Benito, una obra que es una pequeña encrucijada de sueños y desconsuelos, una voz que susurra al oído de alguien que teme al vacío: «Todo el mundo debería / inventarse su final perfecto. / No porque sea perfecto, / sino porque tener un final / nos lleva siempre a un principio».

Leo a Patricia y escucho a Avishai Cohen, un contrabajista israelí nacido en el Kibbutz Kabri y al que llegué por 'Morenika a mi me yaman', una canción popular sefardí que continúa cantando en ladino y en la que siento a flor de piel esa cadencia andaluza que es tan sustancial a nuestra cultura como la fermentación en la gastronomía. Morenika me sabe a queso, a pan y a vino; el Tetracordo Dórico Griego –la, sol, fa, mi– me huele a trujal y a bodega; Morenika también aparece en el subsuelo de algún poema de Patricia: «La misma distancia / a la que estábamos ayer. / La misma / que ninguno de los dos recorrió».

Patricia adivinó el confín confinado: «Esta ciudad que nunca descansa / ahora está adormilada / y me enamora así»

Y ayer volví a caminar por la tarde. La distancia social como un invisible paraguas. Patricia adivinó el confín confinado: «Esta ciudad que nunca descansa / ahora está adormilada / y me enamora así». Anduve sorteando semejantes, asomándome a cada esquina para no chocar con nadie. El paraguas invisible me protege de gente como yo; me pone a salvo de mí mismo en estas primeras horas de libertad condicional en un mayo que sigue oliendo a frustración, a hijo de un abril triste que apenas ha existido pero que se ha hecho inolvidable. «Ahora. / Mañana no cuenta. / Mañana nunca cuenta», escribe Patricia. Parece que para muchos, ayer tampoco.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta especial!

Publicidad