Justo Rodríguez
Pandemia en La Rioja

Las aguas fecales revelan un repunte del COVID tras San Mateo, el primero desde junio

Los análisis semanales en la depuradora de Logroño certifican que el virus ha seguido ahí, pero con dos únicos picos: San Bernabé y las fiestas mateas

Viernes, 7 de octubre 2022

A las puertas de una campaña vírica con las alarmas luminosas en ámbar ante los augurios de una gripe estacional de alta intensidad, los análisis ... semanales en las depuradoras de aguas residuales de la región vuelven a certificar que tampoco se puede bajar la guardia frente al SARS-CoV-2. Omnipresente en la comunidad desde, al menos, marzo de 2020, el 'bicho' causante del COVID-19 sobrevive agazapado a la espera del menor descuido para lanzar nuevos zarpazos.

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Con el inminente traslado a los interiores de casi todos los eventos sociales, en cuanto el veranillo de San Miguel sea borrado, en cuanto la cara invernal del otoño se asiente –y las mascarillas desterradas de bares, restaurantes y merenderos–, el inmediato futuro epidemiológico riojano es una borrosa e inquietante incógnita.

Tos, estornudos, mocos, fatiga... La vieja escenografía de la tradicional gripe parece haber empezado a instalarse ya en muchos hogares riojanos. Al menos es lo que se intuye, según indican el repunte que han apreciado en las farmacias riojanas en las ventas de sobres y preparados antigripales.

Del otrora temible enemigo pandémico no hace falta recurrir a las cábalas, su permanencia es real y se ha constado con el análisis de las muestras tomadas cada semana desde la puesta en marcha del proyecto VATar COVID-19 del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el que participan 38 estaciones depuradoras de aguas residuales, entre ellas la de Logroño y la de Calahorra, ambas gestionadas por el Consorcio de Aguas y Residuos de La Rioja, cuyo análisis permite testar los residuos fecales de unos 224.000 habitantes de la comunidad, el 70% de la población.

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En el caso de la instalación de la capital riojana, que procesa las aguas sucias de Logroño, Albelda, Alberite, Lardero, Nalda, Viguera y Villamediana de Iregua, ha visto como saltaba por los aires un periodo de doce semanas con el mensaje de 'estable' en su diagnóstico, una fase en la que incluso se apreció una 'disminución' de la presencia de COVID-19 en la semana de 14 al 20 de agosto. La fractura en la tendencia ha llegado hace solo unos días con el aviso de 'aumento' que resaltaba en el penúltimo informe del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el correspondiente a la semana del 18 al 24 de septiembre. Las razones del repunte, el primero desde la semana del 19 al 25 de junio, como entonces tras las fiestas de San Bernabé, parecen íntimamente ligadas a lo sucedido tras el estallido del cohete mateo.

Tras el incremento detectado, el último informe, correspondiente a la semana del 25 de septiembre al 1 de octubre, mantiene el diagnóstico de las aguas residuales de la depuradora de la capital bajo el mensaje de 'estable'.

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Más difícil es extraer conclusiones de la radiografía extraída en los últimos tres meses del testado en la instalación depuradora de Calahorra, que trata también los vertidos de las poblaciones de la cuenca baja del Cidacos, Arnedo, Quel y Autol. Tras aquel 'aumento' detectado a principios de julio, tan solo unas fechas después de la celebración del festival Holika que llevó a Calahorra a más de 50.000 visitantes, la situación entró en una fase de estabilidad, incluso con una 'disminución' en la semana del 17 al 23 de julio y una bajada 'significativa' en la del 14 al 20 de agosto, un camino truncado solo una semana después, en pleno inicio de las fiestas, al activarse la alerta de 'aumento' el 27 de agosto. Desde entonces retorno al mensaje de 'estable' hasta el último informe, el cerrado el pasado 1 de octubre, unos días después de las fiestas de Arnedo, donde se advierte de que «hay que tomarse los resultados de variación con cautela, por la disparidad significativa en la tendencia de variación entre las distintas dianas analizadas».

No es una sorpresa. Aunque sin la finura del pasado, las tasas epidemiológicas y los datos estadísticos hospitalarios lanzan también su aviso desde hace semanas: el lento pero incremento constante en los indicadores de incidencia acumulada a 14 y 7 días en los mayores de 60 años y la nómina de ingresados en cifras ya olvidadas. Hora de la prudencia. Otra vez.

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