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Un ecónomo en el convento
El presidente regional desgrana en dos horas los cumplimientos de su programa electoral en una jornada sin grandes anuncios
Dos horas y 39 folios de discurso leídos después, Gonzalo Capellán parecía disculparse ante consejeros, parlamentarios regionales e invitados al debate sobre el estado de ... la región: «Ya siento ser así de previsible, pero creo que es positivo ser así de creíble». Ahí estaba la clave de la primera jornada del debate, que este miércoles no tenía nada de esto, sino de monólogo.
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Algún anuncio ha habido, pero menor. Capellán no es dado a la pirotecnia. El que quiera fuegos artificiales que espere a San Mateo. Tampoco se lanzó al ataque de un Gobierno central herido.¡Si Ayuso pillase dos horas de micro abierto, ríase usted de las batallas de gallos de los raperos más lenguaraces! Pero Capellán es más de nanas. Mi madre canta a sus nietos un soniquete del que no encuentro referencias y que dice algo así como «ya hemos pasado el ecuador, ahora lo pasaremos aún mejor».
Pues a eso vino el presidente de La Rioja al convento de La Merced, a celebrar su paso del ecuador, pero alejado de las costumbres marineras, que celebran ese rito iniciático con desorden, dislates y fiestas. Capellán dejó atrás el paralelo central de su legislatura poniendo la vista al frente y, como el ecónomo de un convento, repasando una a una sus promesas electorales y poniéndoles crucecitas. «Esto cumplido, esto en trámite, lo otro casi…».
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Con un discurso notarial, es difícil que el público se rompa en vítores y aplausos. Estos llegaron con cuentagotas y sirvieron más para que el presidente refrescase el gaznate y tomase aire que para evidenciar una atmósfera eléctrica que no existió. Curioso fue que en la quinta salva recibida por Capellán, cuando pidió a «todo el arco parlamentario» trabajar juntos para condenar todo tipo de discriminación, sobre todo tras los actos transfóbicos sucedidos el pasado fin de semana en Logroño. La petición caló entre los suyos, pero no en la oposición. Ni los dos diputados de Vox ni los de Podemos-IU ni los del PSOE se sumaron al aplauso.
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Fue el anuncio de la ampliación del centro Marqués de Vallejo el que levantó los aplausos más sentidos y, segundos antes, la única ocasión en que el presidente se salió del guion establecido. Capellán vislumbró una sonrisilla injustificada y a destiempo en la cara de Ángel Alda y atacó: «Ríase, señor Alda, cuando hablamos de cosas serias en esta cámara».
Fue un enseñar la uña y volver a la letanía de promesas cumplidas, datos y actuaciones en un ambiente propio de sala de espera de un dentista, pero sin hilo musical. El más de un centenar de invitados (Capellán destacó la presencia de dos expresidentes como Pedro Sanz y José Ignacio Ceniceros, que se sentaron juntos e intercambiaron confidencias, lejos ya de pasados roces) atendía ora a Capellán ora a sus móviles (también alguno de sus consejeros y parlamentarios).
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Una veintena de alcaldes, liderados por Conrado Escobar (Logroño) y Mónica Arceiz (Calahorra) copaban uno de los laterales, donde también se sentaban los representantes sindicales y de la patronal. La delegada del Gobierno, Beatriz Arraiz, parlamentarios nacionales, representantes de las fuerzas de seguridad y del Ejército, de la UR y UNIR, presidentes de asociaciones… Las otrora fuerzas vivas, que siguen siendo ingrediente imprescindible de estas salsas pese a su condición de meros oyentes pasivos.
Casi para todos tuvo un guiño Capellán en su discurso que paseó por La Rioja dejando miguitas de inversión en casi todos los pueblos y en casi todos los sectores económicos de la región. El presidente repasó hasta la letra pequeña de su programa electoral sin un pero de la oposición y recibiendo una salva final (la duodécima en sus 120 minutos de alocución) de 49 segundos. Si le hacen eso a Pavarotti en La Scala, esa noche no cena.
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El debate llegará este jueves. Habrá que ver si el presidente ha decidido guardar algún anuncio bomba o está dispuesto a salir al contraataque. De momento, este miércoles los que esperasen la emoción de una serie de Netflix se pueden sentir defraudados, pero los que gozan con la meticulosidad de las tablas Excel tienen que estar aplaudiendo con las orejas.
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